Señales en el cuerpo muestran marcas que distinguen a las mujeres. Una esclavitud psicológica y sexual hace que las muchachas que trabajan en la prostitución sean tratadas como si fueran una propiedad. Recientemente, una denuncia realizada por el canal de televisión norteamericano CNN ha revelado esto. En cuerpos tatuados existen más que solo dibujos, símbolos o nombres: son marcas que demuestran el poder de los “propietarios” (foto abajo).
Además del abuso emocional, esos tatuajes son un recordatorio de la violencia, la opresión y de los peligros de una actividad promovida como atractiva, pero que, en realidad, es triste, solitaria y destruye vidas y familias.
De esta manera, hombres y mujeres caen en la trampa y utilizan a la prostitución como una fuente de traiciones e ilusiones. Pero lo que muchos no saben es que son víctimas de un mundo sucio que solo busca dinero. Por eso, el equipo de Folha Universal, reunió a cuatro mujeres para revelar cuáles son las verdaderas marcas de la prostitución: Clara, Ana Júlia, Silvana y Andressa. Ellas mostraron la realidad y revelaron lo que podríamos llamar la “prostitución desnuda y cruda”.
La realidad que la publicidad no muestra
Condenadas por muchas personas, ellas cargan en sí mismas, historias y traumas que nadie ve, pero que en muchos casos son el puntapié inicial para entrar en ese medio. “En ese sentido, la baja autoestima, aliada a los sentimientos de rechazo, discriminación y experiencias de violencia, facilita que jóvenes se involucren en el contexto de la explotación sexual comercial”, explica Mirian Lopes, sexóloga y psicóloga.
El abuso vivido en la infancia hizo que Clara buscara en la prostitución una manera de vengarse. “Un pariente abusó de mí varias veces, cuando era una niña y juré venganza a todos los hombres”, cuenta la joven, que pidió que su verdadero nombre fuera cambiado.
Ella advierte que el lujo en la prostitución no existe y que gran parte de los medios de comunicación engañan a las personas, a través de fotos y videos, para ganar dinero a cuestas de los que entran a esa vida. “En la adolescencia, comencé a trabajar en casas nocturnas con proxenetas. Me buscan hombres comprometidos, famosos, políticos, personas ‘respetadas’ por la sociedad. Ellos tienen una cara que pocos conocen. Es repugnante”, revela.
Clara, deja claro que fue su decisión ser prostituta, pero que pagó y aún paga un alto precio por eso. “Me tomé un tiempo para reflexionar sobre todo esto. Hace 8 años que estoy presa en esta actividad y tengo la intención de dejarla. Cargo la marca de la humillación y todavía tengo el sueño de construir una familia”, afirma.
Tener una familia también es el deseo de Ana Julia, de 25 años, que también ejerce la prostitución. La joven, que decidió prostituirse después de la invitación de una amiga, argumenta que ya tiene fecha para salir de esa vida. “Me prostituí por primera vez a los 16 años porque quería pagar una deuda de la tarjeta de crédito. Desde entonces, ya pasaron 9 años de dificultades y sufrimientos, pero quiero dejar esta actividad.”
Ana cuenta que tuvo que enfrentar situaciones horribles. “Una vez un hombre puso un arma en mi cabeza, en otra ocasión, un muchacho alcoholizado me golpeó; ya me han pateado en fiestas. Estos son algunos de los malos momentos por los que quise y quiero renunciar”, se desahoga.
Tanto Clara como Ana afirman que ese trabajo es un círculo vicioso y que, cuanto más dinero se gana, más se pierde. “El deseo de ser rica me engañó, pero aún creo que existe un amor puro y quiero encontrarlo”, destaca Ana.
Marcas que se pueden borrar
La historia de Silvana Angélica de Freitas, de 37 años, (foto al lado) prueba que sí es posible dejar esa vida. Hoy ella es peluquera de uno de los más renombrados salones de San Pablo, en Brasil, pero quien la conoce sabe que su trayectoria no fue nada fácil. “Crecí en medio de muchas dificultades económicas y fui testigo de la adicción al alcohol de mi padre. Vivía en búsqueda de dinero para ayudar a mi familia”.
Desempleada y en búsqueda de oportunidades, recuerda que vio en un periódico un anuncio de un prostíbulo que estaba buscando a muchachas para trabajar. Hasta hoy ella recuerda la primera vez que se prostituyó a los 20 años de edad. “Me sentí sucia y al mismo tiempo muy angustiada porque sabía que eso no estaba bien. Pero, en pocos días, gané mucho dinero, lo que no ganaba en meses de trabajo. Eso me hizo seguir”, confiesa.
Silvana cuenta que salió con varios políticos y cantantes de música sertaneja. “No puedo revelar sus nombres, para preservar mi vida, pero puedo afirmar que es un mundo sucio en el cual las personas muestran que no tienen principios. En una ocasión, casi fui estrangulada por un cliente alcoholizado”, comenta.
La peluquera escondió esta profesión de su familia durante varios años, hasta que, a los 23 años de edad, decidió detenerse. “No quería esconderme más, le pedí ayuda a mi familia y ellos me ampararon”, cuenta.
Su hermana la llevó a Universal, donde descubrió que podría tener una nueva oportunidad. “Al principio, fue difícil desapegarme de la vida material, pero descubrí que vivir en paz era mejor que tener dinero. Con el tiempo, las orientaciones recibidas en las reuniones y con mi decisión de cambiar, pude recomenzar”, dice.
Hoy Silvana está casada y aprendió a creer nuevamente en el amor. “La fe que aprendí a tener en Dios me dio fuerzas para seguir hacia una nueva vida. Hice un curso de peluquería y hoy trabajo en 2 de los 10 salones más lujosos del mundo”.
Ella dice que es posible borrar las marcas de la prostitución, pero, para eso, es necesario dar el primer paso. “Usted que está en esta profesión, abandone todo sin mirar atrás y busque ayuda en Dios, no desista de sí mismo”, aconseja.
La modelo y conductora Andressa Urach, que también sintió en la propia piel las humillaciones de una vida de prostitución, afirma que no ha sido fácil para ella recomenzar lejos de esa práctica, pero asegura que nunca más volverá a tener la misma vida de antes. “Las personas dicen que estoy haciendo marketing, que volveré a ser la misma, pero solo yo sé cómo está mi corazón ahora, ¡en paz! Sé muy bien el valor de la fe que me transformó”, revela.
Y esta fe la hace superar las ofensas y desconfianzas de los que no creen en su cambio. El mes pasado, ella fue humillada públicamente por un conductor de televisión cuando daba detalles del libro que Andressa escribió, “Morri para Viver” (Morí para Vivir). Él la hizo llorar en vivo al decirle que no hay excusas para quien se prostituye. “Yo aprendí a perdonar, quizás muchos tengan el mismo pensamiento que él, pero solo quien ha vivido en ese mundo sabe el precio que se paga por esa elección. Lo importante es quien soy hoy y solo escribí el libro para poder ayudar a otras personas que pasaron lo que yo pasé”, completa.
Andressa ha realizado visitas a cárceles e instituciones que amparan a niños y jóvenes víctimas de violencia sexual, para contarles su historia y ayudar a quien quiere cambiar de vidas. Muchas muchachas, que están en el anonimato, sufren mucho, así como la modelo, cuando deciden salir de la prostitución.
Por eso, para comenzar una nueva vida, es importante que lleve con usted el mensaje de Jesús: “Vete y no peques más” (Juan 8:11). No hay rótulos que le impidan a una persona reescribir su historia. Crea en usted mismo y busque la verdadera felicidad.
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