Hace 4 años él fue salvado por el jubilado João Pereira de Souza. Debilitado por la mancha de aceite que se esparcía por la playa de Isla Grande, en Río de Janeiro, el argentino Jinjing casi murió ahogado. João, sin embargo, lo rescató, alimentó y le proporcionó refugio al nuevo amigo durante varios meses.
Desde entonces, Jinjing viaja 3 mil kilómetros todos los años para mostrarle su agradecimiento a João. Él pasa 8 meses en la compañía del brasileño y regresa a su tierra natal, la Patagonia.
Este sería un gran ejemplo de gratitud que muchos no tienen si Jinjing fuera un hombre. Sin embargo, el caso es aún más interesante porque Jinjing es un pingüino. Así es, un pingüino.
Palabras que hacen la diferencia
Muchas veces la prisa de la vida cotidiana – o incluso la falta de sensibilidad – hace que las personas se olviden de decir al menos “muchas gracias”. ¿Cuántas veces nos encontramos con alguien “mal agradecido”? ¿Y cuántas veces nosotros mismos nos olvidamos de agradecer?
La gratitud es un sentimiento que no todos tienen. Aunque, es tan importante que puede salvar una relación. Es lo que apunta una investigación realizada por la Universidad de Georgia (Estados Unidos). De acuerdo con los resultados, las “palabras mágicas” que aprendemos cuando somos niños – por favor, gracias, permiso y disculpe – son más que gestos de buena educación, son demostraciones de cuánto valora a quien está cerca.
Al periódico de estudios científicos Personal Relationships, el coautor de estudio Ted Futris, destacó: “Creer que el compañero lo valora influye en cómo usted enfrenta la relación y cuán comprometido está con el éxito de la relación.” El resultado es el aumento del respeto mutuo y la disminución del orgullo.
Cuando agradecemos y nos disculpamos, dejamos de estar siempre a la defensiva y dejamos espacio para una conversación franca y racional.
La gratitud genera humildad
En la visión del obispo Júlio Freitas, la gratitud es una de las características más importantes para cada persona, porque es capaz de moldear un carácter.
“Si la practicamos constantemente, nos conservamos humildes, o sea, simples de espíritu, modestos, respetuosos”, afirma en su blog. “Por otro lado, la práctica de la ingratitud solo genera orgullo y destrucción, sea de la propia persona como de las relaciones que mantiene con aquellas que la rodean.”
El obispo incentiva a agradecer incluso por pequeños actos, que, muchas veces, las personas dejan pasar desapercibidos, como sostener la puerta del elevador o agarrar un vaso con agua, por ejemplo.
Tal vez usted no pueda, como el pingüino Jinjing, pasar 8 meses de cada año con la persona a quien es grato, pero si siempre está el “muchas gracias” en la punta de la lengua, habrá una diferencia.
Y es importante que no nos olvidemos también de agradecerle a Aquel que nos salvó. Ingrese aquí y vea cuatro maneras de demostrar su gratitud a Dios.
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