¡Los vencedores, en Cristo Jesús, son la única oportunidad de salvación para las naciones de la tierra, pues, Él no tiene a nadie con quien pueda contar en este mundo para salvarlas, a no ser Sus siervos!
Amigo lector, ¿usted es un vencedor? Si lo es, entonces ¡sepa que, el Señor Jesús está contando con usted para llevar la salvación a los que se encuentran perdidos!
Es conveniente resaltar que en esas primeras promesas a los vencedores de las cuatro primeras iglesias, tenemos cuatro niveles, todos por intermedio del Señor Jesús, y con Él:
1. El árbol de la vida
2. La vida eterna, ningún daño de la segunda muerte
3. El maná escondido
4. El ejercicio del poder judicial y la autoridad de gobernar a través de la victoria del Señor Jesús
Mientras que está concluida la serie de profecías del Antiguo Testamento, las tres promesas siguientes son para los vencedores de las demás iglesias y hablan de cosas futuras.
Indican acontecimientos solemnes en la historia mundial, los cuales todavía están por suceder, sin embargo, queda claro que todas las promesas a los vencedores apuntan de manera singular al indescriptible y glorioso futuro de la Iglesia vencedora.
El apóstol Pablo, refiriéndose a eso, dijo: “…Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, “son las que Dios ha preparado para los que le aman”, (1 Corintios 2:9).
Cada una de las siete cartas contiene una promesa para un determinado vencedor, a la vez que, todas ellas en conjunto son para todos los que vencieren.
¡Es muy importante recordar que, el vencedor no es quien conquista los bienes materiales, sino quien se mantiene limpio en medio de tanta suciedad, puro en medio de tanta impureza, en fin, salvo en medio de tantos que se han desviado!
Es quien se vence a sí mismo, a sus malos hábitos, a su propia voluntad, a sus ambiciones personales. Todo por causa del Señor Jesús. Quien es siervo, que vive, cree y practica lo que el Señor determinó.
Para Él, ¡el último es el primero y el primero es el último! Por otra parte los perdedores son los que tienen la Biblia en la mente, como la verdadera voluntad de Dios, pero practican la voluntad de la carne.
Son listos para sí mismos, pero no para Dios. Tienen el espíritu de Jacob y si no se arrepienten y no tienen un encuentro real con Dios, nunca llegarán a ser Israel.
Para estos, la teoría es una y la práctica es otra. ¡El primero es el primero de verdad! ¡Y el último es el último efectivamente! Sin embargo el Señor dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”, (Apocalipsis 2:29).
Esta advertencia final del Señor viene después de la promesa a los vencedores, en contraste con la secuencia de las iglesias anteriores. ¡El Espíritu Santo habla a todas las iglesias, y esto significa que ninguno de nosotros está excluido de oír Su mensaje!