Premiaciones y conmemoraciones lujosas. Alfombra roja, decoración impecable y un menú refinado. Los ojos de las personas brillan al ver las imágenes de las grandes fiestas realizadas alrededor del mundo. La mayoría daría todo para poder participar de ellas.
Pero sabemos que, para ser invitado, es necesario corresponder a una serie de requisitos, que involucran reputación, vestuario y comportamiento. No basta ser una celebridad, sino que es necesario respetar las reglas establecidas para la fiesta. Si alguien no las sigue, aunque haya sido invitado, no entra – y, si llega a entrar, no permanece.
Son muchas las condiciones que deben ser presentadas para participar de las fiestas de este mundo. Pero, ¡para participar de la fiesta del Reino de los Cielos, que es la mayor de todas las fiestas, existe solo una exigencia! La Biblia muestra cuál es y cómo funciona esta fiesta celestial:
Entonces dijo a sus siervos… Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera, allí será el lloro y el crujir de dientes. Mateo 22:9-13
Queda claro que la única e indispensable regla establecida por el Organizador de la fiesta es estar vestido de boda. Pero, ¿qué serían estas vestiduras?
Sabemos que la ropa de una persona dice mucho sobre ella, pero, por encima de todo, muestra la importancia que esta persona le da a una determinada ocasión. Siendo así, ¿qué es lo que Dios usaría para confirmar si alguien le da la debida importancia a la fiesta que Él promueve, más allá de su fe? Por lo tanto, las vestiduras de bodas representan la fe que es manifestada.
Existe quien llega incluso a la puerta de la fiesta celestial, pero no logra entrar. Existen además quienes, como en el ejemplo dado por el Señor Jesús, incluso entran, pero no logran permanecer en la fiesta. Esto sucede simplemente porque estos dos tipos de personas no fueron con fe.
Quien va embebido de fe y quien no va puede incluso no ser distinguido por los hombres, pero es fácilmente identificado por Dios. Es como si uno estuviera con traje de gala y otro con ropa sucia. El primero, independientemente de ser bueno o malo, se vuelve digno de disfrutar de la fiesta. El otro, aunque logre entrar, será identificado y expulsado rápidamente por el propio Organizador de la misma.
El Rey invita a todos – absolutamente a todos – a Su gran fiesta que se realizará el próximo domingo, el día 21 de junio. Una fiesta tan reservada, pero, al mismo tiempo, tan accesible.
Basta seguir una única regla: ir vestido de fe. Todo aquel que responda a esta simple exigencia, disfrutará de un banquete diferente y superior a todo lo que este mundo puede ofrecerle.
Y lo mejor: ¡este banquete permanecerá disponible para él todos los días de su vida! Pero, quien no sea capaz de responder esta regla tan simple, quedará del lado de afuera o será expulsado por el propio Rey.