En el libro de 2 Pedro, capítulo 1, del versículo 3 al 11, se mencionan las virtudes del cristiano.
«Pues Su Divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia…» 2 Pedro 1:3
Si la promesa que garantiza todas las demás promesas, que es el Espíritu Santo, está materializada en su vida, todo lo demás está garantizado, porque las promesas de Dios suplen todas nuestras necesidades. Nuestra gloria es conocer al que nos llamó, que fue Dios:
«… por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina…» 2 Pedro 1:4
Cuando alguien usa la fe solo para conquistar, corre el riesgo de perderlo todo, incluso al Espíritu Santo. El objetivo de las promesas de Dios es que Lo sigamos, sirvamos y busquemos, para que recibamos en nuestro ser la naturaleza Divina.
«… habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia. Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.» 2 Pedro 1:4-8
Si no recibimos al Espíritu Santo seguiremos siendo dominados por nuestras pasiones, la corrupción termina contaminándonos, porque los deseos naturales, que es la concupiscencia, terminan imponiéndose. Por eso, es necesario que tengamos la naturaleza Divina, porque solo así podremos luchar contra los malos pensamientos, la tentación de murmurar, de mentir, la pereza, etc.
Es nuestra responsabilidad luchar y obrar con diligencia, obedeciendo lo que Dios pide y ordena sin cuestionar, de manera incondicional. Añadir a nuestra fe virtud, es decir, hacer todo con vigor, fervor y excelencia. De esta manera, seremos bendecidos y bendeciremos a las personas a nuestro alrededor. Además, debemos ser piadosos, ver a las personas como almas, sin tener en cuenta su credo, posición económica o posición social, es decir, no debemos hacer acepción de personas.
Es importante que nos preguntemos si carecemos de algunas de estas virtudes y que seamos diligentes en desarrollarlas en nuestra persona y en nuestro ministerio.
«Porque el que carece de estas virtudes es ciego o corto de vista, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados. Así que, hermanos, sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios; porque mientras hagáis estas cosas nunca tropezaréis; pues de esta manera os será concedida ampliamente la entrada al Reino Eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.» 2 Pedro 1:3-11
De esta manera, no seremos estériles ni tropezaremos, sino que firmaremos nuestro llamado y elección de parte de Dios.
Obispo Júlio Freitas