Maximiliano es joven, pero supo lo que era sufrir desde su adolescencia: “En el colegio sufría Bullying y eso me angustiaba. Llegué depresivo a la Universal, pero iba a la Iglesia por obligación.
En mi casa, mis padres se tiraban con platos, tazas, crecí con todo eso, vivíamos de apariencia.
Estaba cada vez peor, empecé a cortarme, eso me ayudaba a olvidar todo lo que me estaba pasando. La primera vez que me corté fue con una prestobarba. Además, de noche no dormía, tenía insomnio.
Me refugié en la comida, comer representaba para mí, lo que tomar cerveza es para un alcohólico. Mientras comía me sentía muy bien, pero cuando volvía a la realidad, era terrible, llegué a intentar suicidarme. A los 15 años pesaba 101 kilos, a los 17 aumentaron las ganas de matarme. Quise clavarme un cuchillo en el estómago, lo hice, pero cuando sentí el filo en mi estómago recapacité.
Yo me quería morir, nadie sabía lo que me pasaba. Toqué fondo en una reunión, me di cuenta que tenía que entregarme a Dios. Entonces, Le abrí mi corazón y salió todo el peso que tenía sobre mí. Tuve un encuentro con Él y hoy soy una nueva persona”.
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