María Teresa recibió una de las peores noticias que puede escuchar una madre. Pero ella puso su confianza en Dios y vio el resultado: “Mi hijo intentó quitarse la vida y yo no sabía por qué. La primera vez lo hizo con pastillas, estuvo internado y lo llevamos a mi casa. A la semana hizo exactamente lo mismo, pero mucho más grave. Su hermano lo encontró tirado en el piso de su cuarto, desmayado, estuvo internado en Terapia Intensiva varios días.
Al hacerle los estudios nos dijeron el motivo por el cual había querido suicidarse, tenía VIH. Cuando me enteré, en ese mismo momento, sentí que había perdido a mi hijo. Ahí comenzó mi lucha, me arrodillé en el Hospital y le dije a mi hijo que él no iba a morir. Lo único que decía era ‘perdoname’.
Fue terrible, para una madre es horrible, muy duro, un golpe muy grande para toda la familia. Pero yo no bajé los brazos, fui al Altar, Dios me pidió algo, pero lamentablemente no obedecí y él no se curó.
Pasó el tiempo, llegó la Hoguera Santa y no dudé. Fui al Altar confiada, diciendo ‘esta vez Dios me escuchó’ y bajé con la respuesta. Yo sabía que mi hijo se curaría.
En el último resultado del VIH salió como ‘enfermedad no detectable’. Mi hijo está muy bien, vive en México, es feliz, trabaja y tiene su departamento. Hace más o menos un mes vino a visitarnos y está hermoso. Dios me lo devolvió sano, no me arrepiento de lo que hice en el Altar. Sé que tengo un Dios poderoso que no me va a dejar”.
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