En el hogar de Patricia la violencia era moneda corriente. Ella recuerda: “En mi casa había muchas peleas y maltratos. Con mi esposo nos pegábamos, intenté matarlo, le disparé porque estaba cansada de la situación y no encontraba la salida. Cuando nació mi hija, le puse mi apellido a escondidas de él. Lo que vivíamos era tremendo. Yo pensaba: ‘Si no me escapo, me mata o lo mato’”.
La tensión era tan abrumadora que afectó su salud física y emocional. “Tenía una profunda tristeza, decaimiento, baja autoestima, pérdida de interés por las cosas cotidianas, dolor de cabeza, de cervical, problemas digestivos, había perdido el apetito, pesaba 38 kilos y fumaba mucho”, detalla y asegura que esa situación la había llevado a pensar en el suicidio. En medio de ese conflicto, Patricia conoció la Terapia del Amor gracias a la invitación de una vecina.
Ella señala: “La primera vez que fui a la Iglesia Universal, esa misma noche ya pude dormir. Comencé a asistir cada semana hasta que un día mi esposo me dijo que me iba a acompañar. Fue así como él también empezó a participar de las reuniones y nuestro matrimonio cambió. Nos casamos, Dios nos bendijo y ya no hay más violencia en nuestro hogar”.
“En la actualidad, no tenemos tormentos, vicios ni peleas. Somos prósperos, compramos nuestra casa, un vehículo y contamos con la posibilidad de irnos de viaje. Tenemos armonía familiar, hay comprensión, podemos hablar y compartir lindos momentos. Dios nos restauró”, concluye.