Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Deuteronomio 10
1 En aquel tiempo el Señor me dijo: “Lábrate dos tablas de piedra como las anteriores, y sube a mí al monte, y hazte un arca de madera.
2 “Y yo escribiré sobre las tablas las palabras que estaban sobre las primeras tablas que quebraste, y las pondrás en el arca.”
3 Hice, pues, un arca de madera de acacia y labré dos tablas de piedra como las anteriores, y subí al monte con las dos tablas en mi mano.
4 Y El escribió sobre las tablas, conforme a la escritura anterior, los diez mandamientos que el Señor os había hablado en el monte de en medio del fuego el día de la asamblea; y el Señor me las dio.
5 Entonces me volví y descendí del monte, y puse las tablas en el arca que yo había hecho; y allí están tal como el Señor me ordenó.
6 (Después los hijos de Israel partieron de Beerot-bene-jaacán hacia Mosera. Allí murió Aarón y allí fue sepultado, y su hijo Eleazar ministró como sacerdote en su lugar.
7 De allí partieron hacia Gudgoda; y de Gudgoda hacia Jotbata, una tierra de corrientes de aguas.
8 En aquel tiempo el Señor apartó la tribu de Leví para que llevara el arca del pacto del Señor, y para que estuviera delante del Señor, sirviéndole y bendiciendo en su nombre hasta el día de hoy.
9 Por tanto, Leví no tiene porción o herencia con sus hermanos; el Señor es su herencia, así como el Señor tu Dios le habló.)
10 Y me quedé en el monte cuarenta días y cuarenta noches como la primera vez, y el Señor me escuchó también esta vez; y el Señor no quiso destruirte.
11 Entonces me dijo el Señor: “Levántate, continúa tu marcha al frente del pueblo, para que entren y tomen posesión de la tierra que yo juré a sus padres que les daría.”
Lo que Dios requiere
12 Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, que andes en todos sus caminos, que le ames y que sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma,
13 y que guardes los mandamientos del Señor y sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien?
14 He aquí, al Señor tu Dios pertenecen los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay.
15 Sin embargo, el Señor se agradó de tus padres, los amó, y escogió a su descendencia después de ellos, es decir, a vosotros, de entre todos los pueblos, como se ve hoy.
16 Circuncidad, pues, vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.
17 Porque el Señor vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible que no hace acepción de personas ni acepta soborno.
18 El hace justicia al huérfano y a la viuda, y muestra su amor al extranjero dándole pan y vestido.
19 Mostrad, pues, amor al extranjero, porque vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto.
20 Temerás al Señor tu Dios; le servirás, te allegarás a El y sólo en su nombre jurarás.
21 El es el objeto de tu alabanza y El es tu Dios, que ha hecho por ti estas cosas grandes y portentosas que tus ojos han visto.
22 Cuando tus padres descendieron a Egipto eran setenta personas, y ahora el Señor tu Dios te ha hecho tan numeroso como las estrellas del cielo.
Salmos 94
1 Oh Señor, Dios de las venganzas, oh Dios de las venganzas, ¡resplandece!
2 Levántate, Juez de la tierra; da su merecido a los soberbios.
3 ¿Hasta cuándo los impíos, Señor, hasta cuándo los impíos se regocijarán?
4 Charlan, hablan con arrogancia; todos los que hacen iniquidad se vanaglorían.
5 Aplastan a tu pueblo, Señor, y afligen a tu heredad.
6 Matan a la viuda y al extranjero, y asesinan a los huérfanos.
7 Y dicen: El Señor no lo ve, ni hace caso el Dios de Jacob.
8 Haced caso, torpes del pueblo; necios, ¿cuándo entenderéis?
9 El que hizo el oído, ¿no oye? El que dio forma al ojo, ¿no ve?
10 ¿No reprenderá el que castiga a las naciones, el que enseña conocimiento al hombre?
11 El Señor conoce los pensamientos del hombre, sabe que son sólo un soplo.
12 Bienaventurado el hombre a quien corriges, Señor, y lo instruyes en tu ley;
13 para darle descanso en los días de aflicción, hasta que se cave una fosa para el impío.
14 Porque el Señor no abandonará a su pueblo, ni desamparará a su heredad.
15 Porque el juicio volverá a ser justo, y todos los rectos de corazón lo seguirán.
16 ¿Quién se levantará por mí contra los malhechores? ¿Quién me defenderá de los que hacen iniquidad?
17 Si el Señor no hubiera sido mi socorro, pronto habría habitado mi alma en el lugar del silencio.
18 Si digo: Mi pie ha resbalado, tu misericordia, oh Señor, me sostendrá.
19 Cuando mis inquietudes se multiplican dentro de mí, tus consuelos deleitan mi alma.
20 ¿Puede ser aliado tuyo un trono de destrucción, que planea el mal por decreto?
21 Se unen contra la vida del justo, y condenan a muerte al inocente.
22 Pero el Señor ha sido mi baluarte, y mi Dios la roca de mi refugio.
23 El ha hecho volver sobre ellos su propia iniquidad, y los destruirá en su maldad; el Señor, nuestro Dios, los destruirá.
Isaías 38
1 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. Y vino a él el profeta Isaías, hijo de Amoz, y le dijo: Así dice el Señor: “Pon tu casa en orden, porque morirás y no vivirás.”
2 Entonces Ezequías volvió su rostro hacia la pared y oró al Señor,
3 y dijo: Te ruego, oh Señor, que te acuerdes ahora de cómo yo he andado delante de ti en verdad y con corazón íntegro, y he hecho lo bueno ante tus ojos. Y Ezequías lloró amargamente.
4 Entonces la palabra del Señor vino a Isaías, diciendo:
5 Ve y di a Ezequías: “Así dice el Señor, Dios de tu padre David: ‘He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas; he aquí, añadiré quince años a tus días.
6 ‘Y te libraré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria, y defenderé esta ciudad.’
7 Esta será para ti la señal del Señor, de que el Señor hará lo que ha dicho:
8 He aquí, haré que la sombra en las gradas, que ha descendido con el sol en las gradas de Acaz, vuelva atrás diez grados. Y la sombra del sol retrocedió diez grados en las gradas por las que había descendido.
9 Escritura de Ezequías, rey de Judá, cuando enfermó y sanó de su enfermedad.
10 Yo dije: A la mitad de mis días he de entrar por las puertas del Seol; se me priva del resto de mis años.
11 Dije: No veré al Señor, al Señor en la tierra de los vivientes; no veré más hombre alguno entre los habitantes del mundo.
12 Como tienda de pastor, mi morada es arrancada y alejada de mí; como tejedor enrollé mi vida. Del telar, El me cortó; del día a la noche acabas conmigo.
13 Sosegué mi alma hasta la mañana. Como león, El rompe todos mis huesos; del día a la noche, acabas conmigo.
14 Como golondrina, como grulla, así me quejo, gimo como una paloma; mis ojos miran ansiosamente a las alturas. Oh Señor, estoy oprimido, sé tú mi ayudador.
15 ¿Qué diré? Pues El me ha hablado y El mismo lo ha hecho. Andaré errante todos mis años a causa de la amargura de mi alma.
16 Oh Señor, por estas cosas viven los hombres, y en todas ellas está la vida de mi espíritu. Restabléceme la salud y haz que viva.
17 He aquí, por mi bienestar tuve gran amargura; eres tú quien ha guardado mi alma del abismo de la nada, porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados.
18 Pues el Seol no te expresa gratitud, ni la muerte te alaba. Los que descienden a la fosa no pueden esperar tu fidelidad.
19 El que vive, el que vive es el que te da gracias, como yo lo hago hoy. El padre cuenta a sus hijos tu fidelidad.
20 El Señor me salvará; y tocaremos mis canciones en instrumentos de cuerda todos los días de nuestra vida en la casa del Señor.
21 E Isaías había dicho: Que tomen una masa de higos y la pongan en la llaga para que se recupere.
22 Entonces Ezequías había dicho: ¿Cuál será la señal de que subiré a la casa del Señor?
Acompañe la lectura del 156° día ingresando aquí.
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