Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Josué 4
1 Y sucedió que cuando todo el pueblo acabó de pasar el Jordán, el Señor habló a Josué, diciendo:
2 Escoged doce hombres del pueblo, uno de cada tribu,
3 y ordenadles, diciendo: “Tomad doce piedras de aquí, de en medio del Jordán, del lugar donde los pies de los sacerdotes están firmes, y llevadlas con vosotros y colocadlas en el alojamiento donde habéis de pasar la noche.”
4 Llamó, pues, Josué a los doce hombres que había señalado de entre los hijos de Israel, uno de cada tribu;
5 y Josué les dijo: Pasad delante del arca del Señor vuestro Dios al medio del Jordán, y alce cada uno una piedra sobre su hombro, de acuerdo con el número de las tribus de los hijos de Israel.
6 Sea esto una señal entre vosotros, y más tarde cuando vuestros hijos pregunten, diciendo: “¿Qué significan estas piedras para vosotros?”,
7 les diréis: “Es que las aguas del Jordán quedaron cortadas delante del arca del pacto del Señor; cuando ésta pasó el Jordán, las aguas del Jordán quedaron cortadas.” Así que estas piedras servirán como recuerdo a los hijos de Israel para siempre.
8 Y lo hicieron así los hijos de Israel, tal como Josué ordenó, y alzaron doce piedras de en medio del Jordán, como el Señor dijo a Josué, según el número de las tribus de los hijos de Israel; y las llevaron consigo al alojamiento y allí las depositaron.
9 Entonces Josué levantó doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde habían estado los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto, y allí permanecen hasta hoy.
10 Porque los sacerdotes que llevaban el arca estuvieron parados en medio del Jordán hasta que se cumpliera todo lo que el Señor había mandado a Josué que dijera al pueblo, de acuerdo con todo lo que Moisés había mandado a Josué. Y el pueblo se apresuró y pasó;
11 y sucedió que cuando todo el pueblo había acabado de pasar, el arca del Señor y los sacerdotes pasaron delante del pueblo.
12 Y los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés pasaron en orden de batalla delante de los hijos de Israel, tal como Moisés les había dicho;
13 como cuarenta mil, equipados para la guerra, pasaron delante del Señor hacia los llanos de Jericó, listos para la batalla.
14 Aquel día el Señor engrandeció a Josué ante los ojos de todo Israel; y le temieron, tal como habían temido a Moisés todos los días de su vida.
15 Entonces habló el Señor a Josué, diciendo:
16 Ordena a los sacerdotes que llevan el arca del testimonio que suban del Jordán.
17 Y Josué mandó a los sacerdotes, diciendo: Subid del Jordán.
18 Y sucedió que cuando los sacerdotes que llevaban el arca del pacto del Señor subieron de en medio del Jordán, y las plantas de los pies de los sacerdotes salieron a tierra seca, las aguas del Jordán volvieron a su lugar y corrieron sobre todas sus riberas como antes.
19 El pueblo subió del Jordán el día diez del mes primero y acamparon en Gilgal al lado oriental de Jericó.
20 Y aquellas doce piedras que habían sacado del Jordán, Josué las erigió en Gilgal.
21 Y habló a los hijos de Israel, diciendo: Cuando vuestros hijos pregunten a sus padres el día de mañana, diciendo: “¿Qué significan estas piedras?”,
22 entonces lo explicaréis a vuestros hijos, diciendo: “Israel cruzó este Jordán en tierra seca.”
23 Porque el Señor vuestro Dios secó las aguas del Jordán delante de vosotros hasta que pasasteis, tal como el Señor vuestro Dios había hecho al mar Rojo, el cual El secó delante de nosotros hasta que pasamos,
24 para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano del Señor es poderosa, a fin de que temáis al Señor vuestro Dios para siempre.
Salmos 129
1 Muchas veces me han perseguido desde mi juventud, —diga ahora Israel—
2 muchas veces me han perseguido desde mi juventud, pero no han prevalecido contra mí.
3 Sobre mis espaldas araron los aradores; alargaron sus surcos.
4 El Señor es justo; ha cortado las coyundas de los impíos.
5 Sean avergonzados y vueltos atrás todos los que odian a Sion.
6 Sean como hierba en los techos, que se seca antes de crecer.
7 Con la cual el segador no llena su mano, ni el recogedor de gavillas sus brazos.
8 Y no les digan los que pasan: La bendición del Señor sea sobre vosotros; os bendecimos en el nombre del Señor.
Salmos 130
1 Desde lo más profundo, oh Señor, he clamado a ti.
2 ¡Señor, oye mi voz! Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas.
3 Señor, si tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién, oh Señor, podría permanecer?
4 Pero en ti hay perdón, para que seas temido.
5 Espero en el Señor; en El espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza.
6 Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana.
7 Oh Israel, espera en el Señor, porque en el Señor hay misericordia, y en El hay abundante redención;
8 El redimirá a Israel de todas sus iniquidades.
Salmos 131
1 Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí;
2 sino que he calmado y acallado mi alma; como niño destetado en el regazo de su madre, como niño destetado reposa en mí mi alma.
3 Espera, oh Israel, en el Señor, desde ahora y para siempre.
Isaías 64
1 ¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras, si los montes se estremecieran ante tu presencia
2 (como el fuego enciende el matorral, como el fuego hace hervir el agua), para dar a conocer tu nombre a tus adversarios, para que ante tu presencia tiemblen las naciones!
3 Cuando hiciste cosas terribles que no esperábamos, y descendiste, los montes se estremecieron ante tu presencia.
4 Desde la antigüedad no habían escuchado ni dado oídos, ni el ojo había visto a un Dios fuera de ti que obrara a favor del que esperaba en El.
5 Sales al encuentro del que se regocija y practica la justicia, de los que se acuerdan de ti en tus caminos. He aquí, te enojaste porque pecamos; continuamos en los pecados por mucho tiempo, ¿y seremos salvos?
6 Todos nosotros somos como el inmundo, y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas; todos nos marchitamos como una hoja, y nuestras iniquidades, como el viento, nos arrastran.
7 Y no hay quien invoque tu nombre, quien se despierte para asirse de ti; porque has escondido tu rostro de nosotros y nos has entregado al poder de nuestras iniquidades.
8 Mas ahora, oh Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros el barro, y tú nuestro alfarero; obra de tus manos somos todos nosotros.
9 No te enojes en exceso, oh Señor, ni para siempre te acuerdes de la iniquidad; he aquí, mira, te rogamos, todos nosotros somos tu pueblo.
10 Tus ciudades santas se han vuelto un desierto; Sion se ha convertido en un desierto, Jerusalén en una desolación.
11 Nuestra casa santa y hermosa donde te alababan nuestros padres, ha sido quemada por el fuego y todas nuestras cosas preciosas se han convertido en ruinas.
12 ¿Te contendrás ante estas cosas, oh Señor? ¿Guardarás silencio y nos afligirás sin medida?
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