Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Josué 14
1 Estos son los territorios que los hijos de Israel recibieron como heredad en la tierra de Canaán, los cuales les repartieron como heredad el sacerdote Eleazar y Josué, hijo de Nun, y las cabezas de las casas de las tribus de los hijos de Israel,
2 por suerte recibieron su heredad tal como el Señor había ordenado por medio de Moisés, a las nueve tribus y a la media tribu.
3 Pues Moisés había dado la heredad de las dos tribus y de la media tribu al otro lado del Jordán; pero no dio heredad entre ellos a los levitas.
4 Porque los hijos de José eran dos tribus, Manasés y Efraín; y ellos no dieron a los levitas ninguna porción en su tierra, sino ciudades donde habitar, con sus tierras de pasto para sus ganados y para sus posesiones.
5 Tal como el Señor había ordenado a Moisés, así hicieron los hijos de Israel, y repartieron la tierra.
6 Entonces los hijos de Judá vinieron a Josué en Gilgal, y Caleb, hijo de Jefone cenezeo, le dijo: Tú sabes lo que el Señor dijo a Moisés, hombre de Dios, acerca de ti y de mí en Cades-barnea.
7 Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo del Señor, me envió de Cades-barnea a reconocer la tierra, y le informé como yo lo sentía en mi corazón.
8 Sin embargo, mis hermanos que subieron conmigo, hicieron atemorizar el corazón del pueblo; pero yo seguí plenamente al Señor mi Dios.
9 Y aquel día Moisés juró, diciendo: “Ciertamente, la tierra que ha pisado tu pie será herencia tuya y de tus hijos para siempre, porque has seguido plenamente al Señor mi Dios.”
10 Y ahora, he aquí, el Señor me ha permitido vivir, tal como prometió, estos cuarenta y cinco años, desde el día en que el Señor habló estas palabras a Moisés, cuando Israel caminaba en el desierto; y he aquí, ahora tengo ochenta y cinco años.
11 Todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió; como era entonces mi fuerza, así es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar.
12 Ahora pues, dame esta región montañosa de la cual el Señor habló aquel día, porque tú oíste aquel día que allí había anaceos con grandes ciudades fortificadas; tal vez el Señor esté conmigo y los expulsaré como el Señor ha dicho.
13 Y Josué lo bendijo, y dio Hebrón por heredad a Caleb, hijo de Jefone.
14 Por tanto, Hebrón vino a ser hasta hoy heredad de Caleb, hijo de Jefone cenezeo, porque siguió plenamente al Señor, Dios de Israel.
15 Y el nombre de Hebrón antes era Quiriat-arba; pues Arba era el hombre más grande entre los anaceos. Entonces la tierra descansó de la guerra.
Josué 15
1 La parte que tocó en suerte a la tribu de los hijos de Judá conforme a sus familias, llegaba hasta la frontera de Edom, hacia el sur, hasta el desierto de Zin al extremo sur.
2 Y su límite al sur se extendía desde el extremo del mar Salado, desde la bahía que da hacia el sur,
3 y seguía por el sur hacia la subida de Acrabim y continuaba hasta Zin; entonces subía por el lado sur de Cades-barnea hasta Hezrón, y subía hasta Adar y volvía a Carca.
4 Y pasaba por Asmón y seguía hasta el torrente de Egipto; y el límite terminaba en el mar. Este será vuestro límite meridional.
5 El límite oriental era el mar Salado hasta la desembocadura del Jordán. El límite por el lado norte era desde la bahía del mar en la desembocadura del Jordán.
6 Entonces el límite subía hasta Bet-hogla y seguía al norte de Bet-arabá y subía hasta la piedra de Bohán, hijo de Rubén.
7 Y el límite subía hasta Debir desde el valle de Acor, y volvía hacia el norte, hacia Gilgal que está frente a la subida de Adumín, al sur del valle, y seguía hasta las aguas de En-semes y terminaba en En-rogel.
8 Después el límite subía por el valle de Ben-hinom hasta la ladera del jebuseo al sur, es decir, Jerusalén, y subía hasta la cumbre del monte que está frente al valle de Hinom hacia el occidente, que está al extremo del valle de Refaim hacia el norte.
9 Y desde la cumbre del monte el límite doblaba hacia la fuente de las aguas de Neftoa, y seguía hasta las ciudades del monte Efrón, girando hacia Baala, es decir, Quiriat-jearim.
10 De Baala el límite giraba hacia el occidente, hasta el monte Seir, y continuaba hasta la ladera del monte Jearim al norte, es decir, Quesalón, y bajaba a Bet-semes, y continuaba por Timna.
11 Y hacia el norte el límite seguía por el lado de Ecrón, girando hacia Sicrón, y continuaba hasta el monte Baala, seguía hasta Jabneel y terminaba en el mar.
12 El límite occidental era el mar Grande, es decir, su costa. Este es el límite alrededor de los hijos de Judá conforme a sus familias.
13 Y dio a Caleb, hijo de Jefone, una porción entre los hijos de Judá, según el mandato del Señor a Josué, es decir, Quiriat-arba, siendo Arba el padre de Anac, es decir, Hebrón.
14 Y Caleb expulsó de allí a los tres hijos de Anac: Sesai, Ahimán y Talmai, hijos de Anac.
15 De allí subió contra los habitantes de Debir (el nombre de Debir antes era Quiriat-séfer).
16 Y Caleb dijo: Al que ataque a Quiriat-séfer y la tome, yo le daré a mi hija Acsa por mujer.
17 Y Otoniel, hijo de Cenaz, hermano de Caleb, la tomó, y él le dio a su hija Acsa por mujer.
18 Y sucedió que cuando ella vino a él, éste la persuadió a que pidiera un campo a su padre. Ella entonces se bajó del asno, y Caleb le dijo: ¿Qué quieres?
19 Y ella dijo: Dame una bendición; ya que me has dado la tierra del Neguev, dame también fuentes de agua. Y él le dio las fuentes de arriba y las fuentes de abajo.
20 Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Judá conforme a sus familias.
21 Y las ciudades al extremo de la tribu de los hijos de Judá, hacia la frontera de Edom en el sur, fueron: Cabseel, Edar, Jagur,
22 Cina, Dimona, Adada,
23 Cedes, Hazor, Itnán,
24 Zif, Telem, Bealot,
25 Hazor-hadata, Queriot-hezrón, es decir, Hazor,
26 Amam, Sema, Molada,
27 Hazar-gada, Hesmón, Bet-pelet,
28 Hazar-sual, Beerseba, Bizotia,
29 Baala, Iim, Esem,
30 Eltolad, Quesil, Horma,
31 Siclag, Madmana, Sansana,
32 Lebaot, Silhim, Aín y Rimón; en total veintinueve ciudades con sus aldeas.
33 En las tierras bajas: Estaol, Zora, Asena,
34 Zanoa, En-ganim, Tapúa, Enam,
35 Jarmut, Adulam, Soco, Azeca,
36 Saaraim, Aditaim, Gedera y Gederotaim; catorce ciudades con sus aldeas.
37 Zenán, Hadasa, Migdal-gad,
38 Dileán, Mizpa, Jocteel,
39 Laquis, Boscat, Eglón,
40 Cabón, Lahmam, Quitlis,
41 Gederot, Bet-dagón, Naama y Maceda; dieciséis ciudades con sus aldeas.
42 Libna, Eter, Asán,
43 Jifta, Asena, Nezib,
44 Keila, Aczib y Maresa; nueve ciudades con sus aldeas.
45 Ecrón con sus pueblos y sus aldeas;
46 desde Ecrón hasta el mar, todas las que estaban cerca de Asdod, con sus aldeas.
47 Asdod, sus pueblos y sus aldeas; Gaza, sus pueblos y sus aldeas; hasta el torrente de Egipto y el mar Grande y sus costas.
48 Y en la región montañosa: Samir, Jatir, Soco,
49 Dana, Quiriat-sana, es decir, Debir,
50 Anab, Estemoa, Anim,
51 Gosén, Holón y Gilo; once ciudades con sus aldeas.
52 Arab, Duma, Esán,
53 Janum, Bet-tapúa, Afeca,
54 Humta, Quiriat-arba, es decir, Hebrón, y Sior; nueve ciudades con sus aldeas.
55 Maón, Carmel, Zif, Juta,
56 Jezreel, Jocdeam, Zanoa,
57 Caín, Guibeá y Timna; diez ciudades con sus aldeas.
58 Halhul, Bet-sur, Gedor,
59 Maarat, Bet-anot y Eltecón; seis ciudades con sus aldeas.
60 Quiriat-baal, es decir, Quiriat-jearim, y Rabá; dos ciudades con sus aldeas.
61 En el desierto: Bet-arabá, Midín, Secaca,
62 Nibsán, la Ciudad de la Sal y Engadi; seis ciudades con sus aldeas.
63 Mas a los jebuseos, habitantes de Jerusalén, los hijos de Judá no pudieron expulsarlos; por tanto, los jebuseos habitan hasta hoy en Jerusalén con los hijos de Judá.
Salmos 146
1 ¡Aleluya! Oh alma mía, alaba al Señor.
2 Alabaré al Señor mientras yo viva; cantaré alabanzas a mi Dios mientras yo exista.
3 No confiéis en príncipes, ni en hijo de hombre en quien no hay salvación.
4 Su espíritu exhala, él vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos.
5 Bienaventurado aquel cuya ayuda es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en el Señor su Dios,
6 que hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que guarda la verdad para siempre;
7 que hace justicia a los oprimidos, y da pan a los hambrientos. El Señor pone en libertad a los cautivos.
8 El Señor abre los ojos a los ciegos, el Señor levanta a los caídos, el Señor ama a los justos.
9 El Señor protege a los extranjeros, sostiene al huérfano y a la viuda, pero trastorna el camino de los impíos.
10 El Señor reinará para siempre, tu Dios, oh Sion, por todas las generaciones. ¡Aleluya!
Salmos 147
1 ¡Aleluya! Porque bueno es cantar alabanzas a nuestro Dios, porque agradable y apropiada es la alabanza.
2 El Señor edifica a Jerusalén; congrega a los dispersos de Israel;
3 sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.
4 Cuenta el número de las estrellas, y a todas ellas les pone nombre.
5 Grande es nuestro Señor, y muy poderoso; su entendimiento es infinito.
6 El Señor sostiene al afligido y humilla a los impíos hasta la tierra.
7 Cantad al Señor con acción de gracias; cantad alabanzas con la lira a nuestro Dios,
8 el que cubre de nubes los cielos, el que provee lluvia para la tierra, el que hace brotar la hierba en los montes.
9 El da su alimento al ganado y a la cría de los cuervos cuando chillan.
10 No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en las piernas ágiles del hombre.
11 El Señor favorece a los que le temen, a los que esperan en su misericordia.
12 ¡Alaba al Señor, oh Jerusalén! ¡Alaba a tu Dios, oh Sion!
13 Porque ha reforzado los cerrojos de tus puertas; ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
14 El hace la paz en tus fronteras; te sacia con lo mejor del trigo.
15 Envía sus órdenes a la tierra; su palabra corre velozmente.
16 Manda la nieve como lana; esparce la escarcha cual ceniza.
17 Arroja su hielo como migas de pan; ¿Quién puede resistir ante su frío?
18 Envía su palabra y los derrite; hace soplar su viento y el agua corre.
19 Declara su palabra a Jacob, y sus estatutos y sus ordenanzas a Israel.
20 No ha hecho así con ninguna otra nación; y en cuanto a sus ordenanzas, no las han conocido. ¡Aleluya!
Jeremías 7
1 Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor, diciendo:
2 Párate a la puerta de la casa del Señor y proclama allí esta palabra, y di: “Oíd la palabra del Señor, todos los de Judá, los que entráis por estas puertas para adorar al Señor.”
3 Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Enmendad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar.
4 No confiéis en palabras engañosas, diciendo: “Este es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor.”
5 Porque si en verdad enmendáis vuestros caminos y vuestras obras, si en verdad hacéis justicia entre el hombre y su prójimo,
6 y no oprimís al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni derramáis sangre inocente en este lugar, ni andáis en pos de otros dioses para vuestra propia ruina,
7 entonces os haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para siempre.
8 He aquí, vosotros confiáis en palabras engañosas que no aprovechan,
9 para robar, matar, cometer adulterio, jurar falsamente, ofrecer sacrificios a Baal y andar en pos de otros dioses que no habíais conocido.
10 ¿Vendréis luego y os pondréis delante de mí en esta casa, que es llamada por mi nombre, y diréis: “Ya estamos salvos”; para luego seguir haciendo todas estas abominaciones?
11 ¿Se ha convertido esta casa, que es llamada por mi nombre, en cueva de ladrones delante de vuestros ojos? He aquí, yo mismo lo he visto —declara el Señor.
12 Ahora pues, id a mi lugar en Silo, donde al principio hice morar mi nombre, y ved lo que hice con él a causa de la maldad de mi pueblo Israel.
13 Y ahora, por cuanto habéis hecho todas estas obras —declara el Señor— y a pesar de que os hablé desde temprano y hablando sin cesar, no oísteis; os llamé, pero no respondisteis,
14 haré con la casa que es llamada por mi nombre, en la cual confiáis, y al lugar que di a vosotros y a vuestros padres, como hice con Silo.
15 Y os echaré de mi presencia, como eché a todos vuestros hermanos, a toda la descendencia de Efraín.
16 En cuanto a ti, no ruegues por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni intercedas ante mí, porque no te oiré.
17 ¿No ves lo que ellos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén?
18 Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, las mujeres preparan la masa para hacer tortas a la reina del cielo, y derraman libaciones a otros dioses para ofenderme.
19 ¿Me ofenden a mí? —declara el Señor— ¿No es a sí mismos que se ofenden para su propia vergüenza?
20 Por tanto, así dice el Señor Dios: He aquí, mi ira y mi furor serán derramados sobre este lugar, sobre los hombres y sobre los animales, sobre los árboles del campo y sobre el fruto de la tierra; arderá y no se apagará.
21 Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Añadid vuestros holocaustos a vuestros sacrificios y comed la carne.
22 Porque yo no hablé a vuestros padres, ni les ordené nada en cuanto a los holocaustos y sacrificios, el día que los saqué de la tierra de Egipto.
23 Sino que esto es lo que les mandé, diciendo: “Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y andaréis en todo camino que yo os envíe para que os vaya bien.”
24 Mas ellos no escucharon ni inclinaron su oído, sino que anduvieron en sus propias deliberaciones y en la terquedad de su malvado corazón, y fueron hacia atrás y no hacia adelante.
25 Desde el día que vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta hoy, os he enviado a todos mis siervos los profetas, madrugando cada día y enviándolos.
26 Pero no me escucharon ni inclinaron su oído, sino que endurecieron su cerviz e hicieron peor que sus padres.
27 Les dirás, pues, todas estas palabras, mas no te escucharán; los llamarás, y no te responderán.
28 Entonces les dirás: “Esta es la nación que no escuchó la voz del Señor su Dios, ni aceptó corrección; ha perecido la verdad, ha sido cortada de su boca.
29 “Córtate el cabello y tíralo, y entona una endecha en las alturas desoladas; porque el Señor ha desechado y abandonado a la generación objeto de su furor.”
30 Porque los hijos de Judá han hecho lo que es malo ante mis ojos —declara el Señor—, han puesto sus abominaciones en la casa que es llamada por mi nombre, profanándola.
31 Y han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle de Ben-hinom, para quemar a sus hijos y a sus hijas en el fuego, lo cual yo no mandé, ni me pasó por la mente.
32 Por tanto, he aquí vienen días —declara el Señor— cuando no se dirá más Tofet, ni valle de Ben-hinom, sino el valle de la Matanza; porque enterrarán en Tofet por no haber otro lugar.
33 Y los cadáveres de este pueblo servirán de comida para las aves del cielo y para las bestias de la tierra, sin que nadie las espante.
34 Entonces haré cesar de las ciudades de Judá y de las calles de Jerusalén la voz de gozo y la voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia; porque la tierra quedará desolada.
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