Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Jueces 9
1 Y Abimelec, hijo de Jerobaal, fue a Siquem, a los parientes de su madre, y les habló a ellos y a toda la familia de la casa del padre de su madre, diciendo:
2 Hablad ahora a oídos de todos los habitantes de Siquem: “¿Qué es mejor para vosotros, que todos los hijos de Jerobaal, setenta hombres, reinen sobre vosotros, o que reine sobre vosotros un solo hombre?” Además, acordaos que yo soy hueso vuestro y carne vuestra.
3 Y los parientes de su madre hablaron todas estas palabras por él a oídos de todos los habitantes de Siquem; y ellos se inclinaron a seguir a Abimelec, porque dijeron: Es pariente nuestro.
4 Y le dieron setenta piezas de plata de la casa de Baal-berit, con las cuales Abimelec tomó a sueldo hombres indignos y temerarios que lo siguieron.
5 Luego fue a la casa de su padre en Ofra y mató a sus hermanos, los hijos de Jerobaal, setenta hombres, sobre una piedra. Pero Jotam, el hijo menor de Jerobaal, se libró porque se escondió.
6 Y se reunieron todos los habitantes de Siquem y todo Bet-milo, y fueron e hicieron rey a Abimelec, junto a la encina del pilar que había en Siquem.
7 Cuando se lo informaron a Jotam, fue y se paró en la cumbre del monte Gerizim, y alzando su voz, clamó y les dijo: Escuchadme, habitantes de Siquem, para que os oiga Dios.
8 Una vez los árboles fueron a ungir un rey sobre ellos, y dijeron al olivo: “Reina sobre nosotros.”
9 Mas el olivo les respondió: “¿He de dejar mi aceite con el cual se honra a Dios y a los hombres, para ir a ondear sobre los árboles?”
10 Entonces los árboles dijeron a la higuera: “Ven, reina sobre nosotros.”
11 Pero la higuera les respondió: “¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ondear sobre los árboles?”
12 Después los árboles dijeron a la vid: “Ven tú, reina sobre nosotros.”
13 Pero la vid les respondió: “¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ondear sobre los árboles?”
14 Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: “Ven tú, reina sobre nosotros.”
15 Y la zarza dijo a los árboles: “Si en verdad me ungís por rey sobre vosotros, venid y refugiaos a mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y consuma los cedros del Líbano.”
16 Ahora pues, si habéis procedido con verdad e integridad al hacer rey a Abimelec, y si habéis procedido bien con Jerobaal y su casa, y si habéis procedido con él como él merecía
17 (pues mi padre peleó por vosotros, y arriesgó su vida y os libró de la mano de Madián,
18 pero vosotros os habéis rebelado hoy contra la casa de mi padre y habéis matado a sus hijos, setenta hombres, sobre una piedra, y habéis hecho rey sobre los habitantes de Siquem a Abimelec, el hijo de su sierva, porque es vuestro pariente);
19 si habéis, pues, procedido hoy en verdad e integridad para con Jerobaal y su casa, regocijaos en Abimelec, y que él también se regocije en vosotros.
20 Y si no, salga fuego de Abimelec y consuma a los habitantes de Siquem y de Bet-milo; y salga fuego de los habitantes de Siquem y de Bet-milo y consuma a Abimelec.
21 Entonces Jotam escapó y huyó, y se fue a Beer y permaneció allí a causa de su hermano Abimelec.
22 Y reinó Abimelec tres años sobre Israel.
23 Pero Dios envió un espíritu de discordia entre Abimelec y los habitantes de Siquem; y los habitantes de Siquem procedieron pérfidamente con Abimelec,
24 para que viniera la violencia hecha a los setenta hijos de Jerobaal, y recayera la sangre de ellos sobre su hermano Abimelec que los mató, y sobre los habitantes de Siquem que fortalecieron las manos de él para matar a sus hermanos.
25 Y los habitantes de Siquem pusieron emboscadas contra él en las cumbres de los montes y robaban a todos los que pasaban cerca de ellos por el camino; y se lo hicieron saber a Abimelec.
26 Y Gaal, hijo de Ebed, vino con sus parientes, y pasaron a Siquem; y los habitantes de Siquem pusieron su confianza en él.
27 Y salieron al campo y vendimiaron sus viñedos, pisaron las uvas e hicieron fiesta; y entrando a la casa de su dios, comieron y bebieron y maldijeron a Abimelec.
28 Entonces Gaal, hijo de Ebed, dijo: ¿Quién es Abimelec y quién es Siquem para que le sirvamos? ¿No es acaso hijo de Jerobaal, y no es Zebul su oficial? Servid a los hombres de Hamor, padre de Siquem; pero ¿por qué hemos de servirle a él?
29 ¡Quién pusiera este pueblo en mis manos! Entonces yo quitaría a Abimelec. Diría a Abimelec: Aumenta tu ejército, y sal.
30 Y cuando Zebul, gobernante de la ciudad, oyó las palabras de Gaal, hijo de Ebed, se encendió en ira.
31 Y envió encubiertamente mensajeros a Abimelec, diciendo: He aquí que Gaal, hijo de Ebed, y sus parientes han venido a Siquem, y he aquí que están incitando a la ciudad contra ti.
32 Ahora pues, levántate de noche, tú y el pueblo que está contigo, y pon emboscada en el campo.
33 Y sucederá en la mañana, en cuanto salga el sol, que te levantarás temprano y arremeterás contra la ciudad; y he aquí, que cuando él y el pueblo que está con él salga contra ti, harás con ellos lo que te venga a mano.
34 Se levantó, pues, de noche Abimelec, y todo el pueblo que estaba con él, y pusieron emboscada contra Siquem con cuatro compañías.
35 Y Gaal, hijo de Ebed, salió y se paró a la entrada de la puerta de la ciudad; y Abimelec y el pueblo que estaba con él salieron de la emboscada.
36 Al ver Gaal a la gente, dijo a Zebul: Mira, viene gente bajando de las cumbres de los montes. Pero Zebul le dijo: Estás viendo la sombra de los montes como si fueran hombres.
37 Y volvió a hablar Gaal y dijo: He aquí, gente que baja de la parte más alta de la tierra, y una compañía viene por el camino de la encina de los adivinos.
38 Entonces Zebul le dijo: ¿Dónde está ahora tu jactancia con la cual decías: “¿Quién es Abimelec para que le sirvamos?” ¿No es éste el pueblo que despreciabas? Ahora pues, sal y pelea contra él.
39 Y salió Gaal delante de los habitantes de Siquem y peleó contra Abimelec.
40 Abimelec lo persiguió pero Gaal huyó delante de él; y muchos cayeron heridos hasta la entrada de la puerta.
41 Y Abimelec se quedó en Aruma, pero Zebul expulsó a Gaal y a sus parientes para que no se quedaran en Siquem.
42 Aconteció al día siguiente que el pueblo salió al campo, y se lo hicieron saber a Abimelec.
43 Y él tomó a su gente, la dividió en tres compañías y puso emboscada en el campo; cuando miró y vio al pueblo salir de la ciudad, se levantó contra ellos y los mató.
44 Entonces Abimelec y la compañía que estaba con él se lanzaron con ímpetu y se situaron a la entrada de la puerta de la ciudad, y las otras dos compañías se lanzaron contra todos los que estaban en el campo y los mataron.
45 Y peleó Abimelec contra la ciudad todo aquel día, capturó la ciudad y mató a la gente que había en ella; entonces arrasó la ciudad y la sembró de sal.
46 Al oír esto todos los habitantes de la torre de Siquem, se metieron en la fortaleza del templo de El-berit.
47 Y le dijeron a Abimelec que todos los habitantes de la torre de Siquem estaban reunidos.
48 Abimelec subió entonces al monte Salmón, él y toda la gente que estaba con él; y tomando Abimelec un hacha en su mano, cortó una rama de los árboles, la levantó y la puso sobre su hombro. Y dijo a la gente que estaba con él: Lo que me habéis visto hacer, apresuraos y haced lo mismo.
49 Y todo el pueblo cortó también cada uno su rama y siguió a Abimelec, y las pusieron sobre la fortaleza; prendieron fuego a la fortaleza sobre los que estaban adentro, y murieron también todos los de la torre de Siquem, como mil hombres y mujeres.
50 Después Abimelec fue a Tebes, la sitió y la tomó.
51 Pero había una torre fortificada en el centro de la ciudad, y todos los hombres y mujeres, todos los habitantes de la ciudad, huyeron allí, se encerraron y subieron al techo de la torre.
52 Y Abimelec vino a la torre, la atacó y se acercó a la entrada de la torre para prenderle fuego.
53 Pero una mujer arrojó una muela de molino sobre la cabeza de Abimelec rompiéndole el cráneo.
54 Entonces él llamó apresuradamente al muchacho que era su escudero, y le dijo: Saca tu espada y mátame, no sea que se diga de mí: “Una mujer lo mató.” Y el muchacho lo traspasó, y murió.
55 Cuando los hombres de Israel vieron que Abimelec había muerto, cada cual partió para su casa.
56 Así pagó Dios a Abimelec por la maldad que había hecho a su padre al matar a sus setenta hermanos.
57 Dios también hizo volver sobre sus cabezas toda la maldad de los hombres de Siquem, y vino sobre ellos la maldición de Jotam, hijo de Jerobaal.
Hechos 13
1 En la iglesia que estaba en Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simón llamado Niger, Lucio de Cirene, Manaén, que se había criado con Herodes el tetrarca, y Saulo.
2 Mientras ministraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.
3 Entonces, después de ayunar, orar y haber impuesto las manos sobre ellos, los enviaron.
4 Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre.
5 Llegados a Salamina, proclamaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos; y tenían también a Juan de ayudante.
6 Después de haber recorrido toda la isla hasta Pafos, encontraron a cierto mago, un falso profeta judío llamado Barjesús,
7 que estaba con el procónsul Sergio Paulo, hombre inteligente. Este hizo venir a Bernabé y a Saulo, y deseaba oír la palabra de Dios.
8 Pero Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre), se les oponía, tratando de desviar de la fe al procónsul.
9 Entonces Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando la mirada en él,
10 dijo: Tú, hijo del diablo, que estás lleno de todo engaño y fraude, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de torcer los caminos rectos del Señor?
11 Ahora, he aquí, la mano del Señor está sobre ti; te quedarás ciego y no verás el sol por algún tiempo. Al instante niebla y oscuridad cayeron sobre él, e iba buscando quien lo guiara de la mano.
12 Entonces el procónsul, cuando vio lo que había sucedido, creyó, maravillado de la doctrina del Señor.
13 Pablo y sus compañeros zarparon de Pafos, y llegaron a Perge de Panfilia; pero Juan, apartándose de ellos, regresó a Jerusalén,
14 mas ellos, saliendo de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y en el día de reposo entraron a la sinagoga y se sentaron.
15 Después de la lectura de la ley y los profetas, los oficiales de la sinagoga les mandaron a decir: Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.
16 Pablo se levantó, y haciendo señal con la mano, dijo: Hombres de Israel, y vosotros que teméis a Dios, escuchad:
17 El Dios de este pueblo de Israel, escogió a nuestros padres y engrandeció al pueblo durante su estancia en la tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella.
18 Y por un período como de cuarenta años los soportó en el desierto.
19 Después de destruir siete naciones en la tierra de Canaán, repartió sus tierras en herencia; todo esto duró como cuatrocientos cincuenta años.
20 Y después de esto, les dio jueces hasta el profeta Samuel.
21 Entonces ellos pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años.
22 Después de quitarlo, les levantó por rey a David, del cual Dios también testificó y dijo: “He hallado a David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazon, que hará toda mi voluntad.”
23 De la descendencia de éste, conforme a la promesa, Dios ha dado a Israel un Salvador, Jesús,
24 después de que Juan predicó, antes de su venida, un bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel.
25 Cuando Juan estaba a punto de terminar su carrera, decía: “¿Quién pensáis que soy yo? Yo no soy el Cristo; mas he aquí, viene tras mí uno de quien yo no soy digno de desatar las sandalias de sus pies.”
26 Hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a nosotros nos es enviada la palabra de esta salvación.
27 Pues los que habitan en Jerusalén y sus gobernantes, sin reconocerle a El ni las palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo, cumplieron estas escrituras, condenándole.
28 Y aunque no hallaron causa para darle muerte, pidieron a Pilato que le hiciera matar.
29 Y cuando habían cumplido todo lo que estaba escrito acerca de El, le bajaron de la cruz y le pusieron en un sepulcro.
30 Pero Dios le levantó de entre los muertos;
31 y por muchos días se apareció a los que habían subido con El de Galilea a Jerusalén, los cuales ahora son sus testigos ante el pueblo.
32 Y nosotros os anunciamos la buena nueva de que la promesa hecha a los padres,
33 Dios la ha cumplido a nuestros hijos al resucitar a Jesús, como también está escrito en el salmo segundo: Hijo mio eres tu; yo te he engendrado hoy.
34 Y en cuanto a que le resucitó de entre los muertos para nunca más volver a corrupción, Dios ha hablado de esta manera: Os dare las santas y fieles misericordias prometidas a David.
35 Por tanto dice también en otro salmo: No permitiras que tu Santo vea corrupcion.
36 Porque David, después de haber servido el propósito de Dios en su propia generación, durmió, y fue sepultado con sus padres, y vio corrupción.
37 Pero aquel a quien Dios resucitó no vio corrupción.
38 Por tanto, hermanos, sabed que por medio de El os es anunciado el perdón de los pecados;
39 y que de todas las cosas de que no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés, por medio de El, todo aquel que cree es justificado.
40 Tened, pues, cuidado de que no venga sobre vosotros aquello de que se habla en los profetas:
41 Mirad, burladores, maravillaos y pereced; porque yo hago una obra en vuestros dias, una obra que nunca creeriais aunque alguno os la describiera.
42 Al salir Pablo y Bernabé, la gente les rogaba que el siguiente día de reposo les hablaran de estas cosas.
43 Y terminada la reunión de la sinagoga, muchos de los judíos y de los prosélitos temerosos de Dios siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes, hablándoles, les instaban a perseverar en la gracia de Dios.
44 El siguiente día de reposo casi toda la ciudad se reunió para oír la palabra del Señor.
45 Pero cuando los judíos vieron la muchedumbre, se llenaron de celo, y blasfemando, contradecían lo que Pablo decía.
46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valor y dijeron: Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros; mas ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.
47 Porque así nos lo ha mandado el Señor: Te he puesto como luz para los gentiles, a fin de que lleves la salvacion hasta los confines de la tierra.
48 Oyendo esto los gentiles, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna.
49 Y la palabra del Señor se difundía por toda la región.
50 Pero los judíos instigaron a las mujeres piadosas y distinguidas, y a los hombres más prominentes de la ciudad, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de su comarca.
51 Entonces éstos sacudieron el polvo de sus pies contra ellos y se fueron a Iconio.
52 Y los discípulos estaban continuamente llenos de gozo y del Espíritu Santo.
Jeremías 22
1 Así dice el Señor: Desciende a la casa del rey de Judá y habla allí esta palabra,
2 y di: “Escucha la palabra del Señor, oh rey de Judá, que te sientas sobre el trono de David, tú, tus siervos y tu pueblo, los que entran por estas puertas.
3 “Así dice el Señor: ‘Practicad el derecho y la justicia, y librad al despojado de manos de su opresor. Tampoco maltratéis ni hagáis violencia al extranjero, al huérfano o a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar.
4 ‘Porque si en verdad observáis este mandato, entonces entrarán reyes por las puertas de esta casa, y se sentarán en el lugar de David, en su trono; entrarán montados en carros y caballos, el rey, sus siervos y su pueblo.
5 ‘Pero si no obedecéis estas palabras, juro por mí mismo’ —declara el Señor— ‘que esta casa vendrá a ser una desolación.’”
6 Porque así dice el Señor acerca de la casa del rey de Judá: Como Galaad eres para mí, como la cumbre del Líbano; pero ciertamente te convertiré en un desierto, como ciudades deshabitadas.
7 Designaré contra ti destructores, cada uno con sus armas, y cortarán tus cedros más selectos y los echarán al fuego.
8 Pasarán muchas naciones junto a esta ciudad, y dirá cada cual a su prójimo: “¿Por qué ha hecho así el Señor a esta gran ciudad?”
9 Entonces responderán: “Porque abandonaron el pacto del Señor su Dios, y se postraron ante otros dioses y les sirvieron.”
10 No lloréis por el muerto ni hagáis duelo por él, llorad amargamente por el que se va, porque jamás volverá ni verá su tierra natal.
11 Porque así dice el Señor acerca de Salum, hijo de Josías, rey de Judá, que reinó en lugar de su padre Josías, y que salió de este lugar: Nunca más volverá aquí;
12 sino que en el lugar adonde lo llevaron cautivo, allí morirá, y no verá más esta tierra.
13 Ay del que edifica su casa sin justicia y sus aposentos altos sin derecho, que a su prójimo hace trabajar de balde y no le da su salario.
14 El que dice: “Me edificaré una casa espaciosa con amplios aposentos altos”; y le abre ventanas, la recubre de cedro y la pinta de rojo.
15 ¿Acaso te harás rey porque compites en cedro? ¿No comió y bebió tu padre y practicó el derecho y la justicia? Por eso le fue bien.
16 Defendió la causa del pobre y del necesitado; entonces le fue bien. ¿No es esto conocerme? —declara el Señor.
17 Mas tus ojos y tu corazón sólo están para tu propia ganancia, para derramar sangre inocente, y para practicar la opresión y la violencia.
18 Por tanto, así dice el Señor acerca de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá: No llorarán por él: “¡Ay, hermano mío!” o “¡Ay, hermana!” No llorarán por él: “¡Ay, señor!” o “¡Ay, su gloria!”
19 Con entierro de asno, será enterrado: arrastrado y tirado fuera de las puertas de Jerusalén.
20 Sube al Líbano y clama, y da voces en Basán; clama también desde Abarim, porque han sido destruidos todos tus amantes.
21 Te hablé en tu prosperidad, pero dijiste: “No escucharé.” Esta ha sido tu costumbre desde tu juventud, que nunca has escuchado mi voz.
22 A todos tus pastores arrasará el viento, y tus amantes irán al cautiverio; entonces ciertamente serás avergonzada y humillada a causa de toda tu maldad.
23 Tú que moras en el Líbano, anidada en los cedros, ¡cómo gemirás cuando te vengan los dolores, dolor como de mujer de parto!
24 Vivo yo —declara el Señor— aunque Conías, hijo de Joacim, rey de Judá, fuera un anillo en mi mano derecha, aun de allí lo arrancaría.
25 Te entregaré en manos de los que buscan tu vida, sí, en manos de los que temes: en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de los caldeos.
26 Te arrojaré a ti y a la madre que te dio a luz a otro país donde no nacisteis, y allí moriréis.
27 Pero a la tierra a la cual con toda el alma anhelan volver, a ella no volverán.
28 ¿Es acaso este hombre Conías una vasija despreciada y rota? ¿Es un objeto indeseable? ¿Por qué han sido arrojados él y sus descendientes y echados a una tierra que no conocían?
29 ¡Oh tierra, tierra, tierra!, oye la palabra del Señor.
30 Así dice el Señor: “Inscribid a este hombre como sin hijos, hombre que no prosperará en sus días; porque ninguno de sus descendientes logrará sentarse sobre el trono de David ni gobernar de nuevo en Judá.”
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