Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
1° Samuel 9
1 Había un hombre de Benjamín que se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita, un hombre poderoso e influyente.
2 Y tenía un hijo que se llamaba Saúl, joven y bien parecido. No había otro más bien parecido que él entre los hijos de Israel; de los hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo.
3 Y las asnas de Cis, padre de Saúl, se habían perdido, por lo cual dijo Cis a su hijo Saúl: Toma ahora contigo uno de los criados, levántate, y ve en busca de las asnas.
4 Y Saúl pasó por la región montañosa de Efraín y recorrió la tierra de Salisa, pero no las hallaron. Luego pasaron por la tierra de Saalim, mas no estaban allí. Después atravesaron la tierra de los benjamitas, pero no las encontraron.
5 Cuando llegaron a la tierra de Zuf, Saúl dijo al criado que estaba con él: Ven, regresemos, no sea que mi padre deje de preocuparse por las asnas y se angustie por nosotros.
6 Y él le respondió: He aquí que hay un hombre de Dios en esta ciudad, el cual es tenido en alta estima; todo lo que él dice se cumple sin falta. Vayamos ahora, quizá pueda orientarnos acerca de la jornada que hemos emprendido.
7 Entonces Saúl dijo a su criado: Pero he aquí, si vamos, ¿qué le llevaremos al hombre? Porque el pan de nuestras alforjas se ha acabado y no hay presente para llevar al hombre de Dios. ¿Qué tenemos?
8 Y el criado volvió a responder a Saúl, y dijo: He aquí, tengo en mi mano la cuarta parte de un siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios, y él nos indicará nuestro camino.
9 (Antiguamente en Israel, cuando uno iba a consultar a Dios, decía: Venid, vamos al vidente; porque al que hoy se le llama profeta, antes se le llamaba vidente.)
10 Entonces Saúl dijo a su criado: Bien dicho; anda, vamos. Y fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios.
11 Según subían por la cuesta de la ciudad, se encontraron con unas muchachas que salían a sacar agua y les dijeron: ¿Está aquí el vidente?
12 Y ellas les respondieron, y dijeron: Sí, he aquí está delante de ti. Apresúrate ahora, pues hoy ha venido a la ciudad porque el pueblo tiene hoy un sacrificio en el lugar alto.
13 Cuando entréis en la ciudad lo encontraréis antes que suba al lugar alto a comer, pues el pueblo no comerá hasta que él llegue, porque él tiene que bendecir el sacrificio; después comerán los convidados. Subid ahora, que lo encontraréis enseguida.
14 Ellos, pues, subieron a la ciudad. Cuando entraban a la ciudad, he aquí que Samuel salía hacia ellos para subir al lugar alto.
15 Ahora bien, un día antes de la llegada de Saúl, el Señor había revelado esto a Samuel diciendo:
16 Mañana como a esta hora te enviaré un hombre de la tierra de Benjamín, lo ungirás para que sea príncipe sobre mi pueblo Israel, y él librará a mi pueblo de la mano de los filisteos. Porque yo he visto la aflicción de mi pueblo, pues su clamor ha llegado hasta mí.
17 Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le dijo: He aquí el hombre de quien te hablé. Este gobernará a mi pueblo.
18 Entonces Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta y le dijo: Te ruego que me enseñes dónde está la casa del vidente.
19 Respondió Samuel a Saúl y dijo: Yo soy el vidente. Sube delante de mí al lugar alto, pues hoy comerás conmigo, y por la mañana te dejaré ir y te declararé todo lo que está en tu corazón.
20 En cuanto a tus asnas que se perdieron hace tres días, no te preocupes por ellas pues han sido halladas. Y ¿para quién es todo lo deseable en Israel? ¿No es para ti y para toda la casa de tu padre?
21 Saúl respondió, y dijo: ¿No soy yo benjamita, de la más pequeña de las tribus de Israel, y no es mi familia la menos importante de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me hablas de esta manera?
22 Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado, los llevó a la sala y les dio un lugar a la cabecera de los invitados que eran unos treinta hombres.
23 Y dijo Samuel al cocinero: Trae la porción que te di, de la cual te dije: “Ponla aparte.”
24 Entonces el cocinero alzó el pernil con lo que estaba en él y lo colocó delante de Saúl. Y Samuel dijo: He aquí lo que estaba reservado. Ponlo delante de ti y come, porque ha sido guardado para ti hasta el momento señalado, ya que dije: He invitado al pueblo. Y Saúl comió con Samuel aquel día.
25 Descendieron del lugar alto a la ciudad, y Samuel habló con Saúl en el terrado.
26 Se levantaron temprano, y al romper el alba Samuel llamó a Saúl en el terrado, diciendo: Levántate, para que yo te despida. Saúl se levantó, y ambos, Saúl y Samuel, salieron a la calle.
27 Mientras descendían a las afueras de la ciudad, Samuel dijo a Saúl: Di al criado que pase delante de nosotros y siga, pero tú quédate para que yo te declare la palabra de Dios.
Romanos 7
1 ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo a los que conocen la ley), que la ley tiene jurisdicción sobre una persona mientras vive?
2 Pues la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre de la ley en cuanto al marido.
3 Así que, mientras vive su marido, será llamada adúltera si ella se une a otro hombre; pero si su marido muere, está libre de la ley, de modo que no es adúltera aunque se una a otro hombre.
4 Por tanto, hermanos míos, también a vosotros se os hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para que seáis unidos a otro, a aquel que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.
5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte.
6 Pero ahora hemos quedado libres de la ley, habiendo muerto a lo que nos ataba, de modo que sirvamos en la novedad del Espíritu y no en el arcaísmo de la letra.
7 ¿Qué diremos entonces? ¿Es pecado la ley? ¡De ningún modo! Al contrario, yo no hubiera llegado a conocer el pecado si no hubiera sido por medio de la ley; porque yo no hubiera sabido lo que es la codicia, si la ley no hubiera dicho: No codiciaras.
8 Pero el pecado, aprovechándose del mandamiento, produjo en mí toda clase de codicia; porque aparte de la ley el pecado está muerto.
9 Y en un tiempo yo vivía sin la ley, pero al venir el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí;
10 y este mandamiento, que era para vida, a mí me resultó para muerte;
11 porque el pecado, aprovechándose del mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató.
12 Así que la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno.
13 ¿Entonces lo que es bueno vino a ser causa de muerte para mí? ¡De ningún modo! Al contrario, fue el pecado, a fin de mostrarse que es pecado al producir mi muerte por medio de lo que es bueno, para que por medio del mandamiento el pecado llegue a ser en extremo pecaminoso.
14 Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado.
15 Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago.
16 Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena.
17 Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.
18 Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no.
19 Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico.
20 Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.
21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí.
22 Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios,
23 pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.
24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?
25 Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado.
Jeremías 45
1 Palabra que habló el profeta Jeremías a Baruc, hijo de Nerías, cuando éste escribió estas palabras en un libro al dictado de Jeremías, en el año cuarto de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, diciendo:
2 Así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de ti, oh Baruc:
3 “Tú dijiste: ‘¡Ay, infeliz de mí!, porque el Señor ha añadido tristeza a mi dolor. Cansado estoy de gemir y no he hallado reposo.’”
4 Así le dirás: “Así dice el Señor: ‘He aquí, lo que he edificado, lo derribo, y lo que he plantado, lo arranco, es decir, toda esta tierra.’
5 “Pero tú, ¿buscas para ti grandes cosas? No las busques; porque he aquí, voy a traer calamidad sobre toda carne” —declara el Señor— “pero a ti te daré tu vida por botín en todos los lugares adonde vayas.”
Jeremías 46
1 Palabra del Señor que vino al profeta Jeremías acerca de las naciones.
2 A Egipto, acerca del ejército de Faraón Necao, rey de Egipto, que estaba junto al río Eufrates en Carquemis, al cual derrotó Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el año cuarto de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá:
3 Preparad escudo y broquel, y avanzad hacia la batalla.
4 Aparejad los caballos, montad los corceles y presentaos con los yelmos puestos. Bruñid las lanzas, vestíos las corazas.
5 ¿Pero qué es lo que veo? Están aterrados, retroceden, y sus valientes están deshechos; en la huida buscan refugio sin mirar atrás. Hay terror por todas partes —declara el Señor.
6 Que no huya el ligero, ni escape el poderoso; en el norte, junto al río Eufrates, han tropezado y caído.
7 ¿Quién es éste que sube como el Nilo, cuyas aguas se agitan como ríos?
8 Egipto sube como el Nilo, cuyas aguas se agitan como ríos, pero El ha dicho: Subiré y cubriré esa tierra; ciertamente destruiré la ciudad y sus habitantes.
9 Subid, caballos, y corred furiosos, carros, para que avancen los poderosos: Etiopía y Put, que manejan escudo, y los de Lud, que manejan y entesan el arco.
10 Porque aquel día es para el Señor, Dios de los ejércitos, día de venganza, para vengarse de sus enemigos; la espada devorará y se saciará y se empapará con su sangre; pues habrá una matanza para el Señor, Dios de los ejércitos, en la tierra del norte, junto al río Eufrates.
11 Sube a Galaad y consigue bálsamo, virgen, hija de Egipto. En vano has multiplicado los remedios; no hay curación para ti.
12 Han oído las naciones de tu afrenta, y tu clamor llena la tierra; porque guerrero con guerrero ha tropezado, y a una han caído ambos.
13 Palabra que el Señor habló al profeta Jeremías acerca de la venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para herir la tierra de Egipto:
14 Anunciad en Egipto y hacedlo oír en Migdol, hacedlo oír también en Menfis y en Tafnes; decid: “Ponte en pie y prepárate, porque la espada ha devorado a los que te rodean.”
15 ¿Por qué han quedado postrados tus valientes? No se mantienen en pie porque el Señor los ha derribado.
16 Han tropezado muchas veces; en verdad, han caído uno sobre otro. Entonces dijeron: “Levántate y volvamos a nuestro pueblo y a nuestra tierra natal,
ante la espada opresora.”
17 Allí gritaron: “Faraón, rey de Egipto, es sólo un gran ruido; ha dejado pasar el tiempo señalado.”
18 Vivo yo —declara el Rey cuyo nombre es el Señor de los ejércitos— que ciertamente como se destaca el Tabor entre los montes, o el Carmelo junto al mar, uno ha de venir.
19 Prepara tu equipaje para el destierro, hija que moras en Egipto, porque Menfis será convertida en desolación, incendiada y despoblada.
20 Novilla hermosa es Egipto, mas un tábano del norte viene; ya viene.
21 Sus mercenarios también son en medio de ella como becerros engordados; porque también ellos se han vuelto atrás, y a una han huido, no resistieron; porque el día de su ruina ha venido sobre ellos, la hora de su castigo.
22 Se oye su sonido como el de una serpiente, pues el enemigo avanza como un ejército; con hachas, como leñadores, vienen contra ella.
23 Talan su bosque —declara el Señor— aunque sea impenetrable, aunque sean más numerosos que las langostas, innumerables.
24 Es avergonzada la hija de Egipto, es entregada al poder del pueblo del norte.
25 Dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: He aquí, castigaré a Amón de Tebas, a Faraón y a Egipto junto con sus dioses y sus reyes; a Faraón y a los que en él confían.
26 Y los entregaré en manos de los que buscan su vida, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de su siervo. Mas después será habitado como en los días de antaño —declara el Señor.
27 Pero tú no temas, siervo mío Jacob, ni te atemorices, Israel; porque he aquí, te salvaré de lugar remoto, y a tu descendencia de la tierra de su cautiverio. Y volverá Jacob, y estará tranquilo y seguro, y nadie lo atemorizará.
28 Tú no temas, siervo mío Jacob —declara el Señor— porque yo estoy contigo; pues acabaré con todas las naciones adonde te he expulsado, pero no acabaré contigo, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo.
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