Conocer la Biblia es muy importane para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
2° Samuel 1
1 Sucedió que después de la muerte de Saúl, habiendo regresado David de la derrota de los amalecitas, David permaneció dos días en Siclag.
2 Y al tercer día, he aquí, un hombre llegó del campamento de Saúl con sus ropas rasgadas y polvo sobre su cabeza, y al llegar ante David, cayó en tierra y se postró.
3 Y David le dijo: ¿De dónde vienes? Y él le respondió: Me he escapado del campamento de Israel.
4 David le preguntó: ¿Qué aconteció? Te ruego que me lo digas. Y él respondió: El pueblo ha huido de la batalla, y también muchos del pueblo han caído y han muerto; también Saúl y su hijo Jonatán han muerto.
5 Dijo David al joven que se lo había contado: ¿Cómo sabes que Saúl y su hijo Jonatán han muerto?
6 El joven que se lo había contado, dijo: Yo estaba por casualidad en el monte Gilboa, y he aquí, Saúl estaba apoyado sobre su lanza. Y he aquí que los carros y los jinetes lo perseguían de cerca.
7 Al mirar él hacia atrás, me vio y me llamó. Y dije: “Heme aquí.”
8 Y él me dijo: “¿Quién eres?” Y le respondí: “Soy amalecita.”
9 Entonces él me dijo: “Te ruego que te pongas junto a mí y me mates, pues la agonía se ha apoderado de mí, porque todavía estoy con vida.”
10 Me puse, pues, junto a él y lo maté, porque yo sabía que él no podía vivir después de haber caído. Tomé la corona que estaba en su cabeza y la pulsera que estaba en su brazo, y los he traído aquí a mi señor.
11 Entonces David agarró sus ropas y las rasgó, y así hicieron también todos los hombres que estaban con él.
12 Y se lamentaron y lloraron y ayunaron hasta el atardecer por Saúl y por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor y por la casa de Israel, porque habían caído a espada.
13 Dijo David al joven que se lo había contado: ¿De dónde eres? Y él respondió: Soy hijo de un extranjero, un amalecita.
14 Y David le dijo: ¿Cómo es que no tuviste temor de extender tu mano para destruir al ungido del Señor?
15 Llamando David a uno de los jóvenes, le dijo: Ve, mátalo. Y él lo hirió, y murió.
16 Y David le dijo: Tu sangre sea sobre tu cabeza, porque tu boca ha testificado contra ti, al decir: “Yo he matado al ungido del Señor.”
17 David entonó esta elegía por Saúl y por su hijo Jonatán,
18 y ordenó que enseñaran a los hijos de Judá el cántico del arco; he aquí, está escrito en el libro de Jaser.
19 Tu hermosura, oh Israel, ha perecido sobre tus montes. ¡Cómo han caído los valientes!
20 No lo anunciéis en Gat, no lo proclaméis en las calles de Ascalón; para que no se regocijen las hijas de los filisteos, para que no se alegren las hijas de los incircuncisos.
21 Oh montes de Gilboa, no haya sobre vosotros rocío ni lluvia, ni campos de ofrendas; porque allí fue deshonrado el escudo de los valientes, el escudo de Saúl, no ungido con aceite.
22 De la sangre de los muertos, de la grosura de los poderosos, el arco de Jonatán no volvía atrás, y la espada de Saúl no volvía vacía.
23 Saúl y Jonatán, amados y amables en su vida, y en su muerte no fueron separados; más ligeros eran que águilas, más fuertes que leones.
24 Hijas de Israel, llorad por Saúl, que os vestía lujosamente de escarlata, que ponía adornos de oro en vuestros vestidos.
25 ¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla! Jonatán, muerto en tus alturas.
26 Estoy afligido por ti, Jonatán, hermano mío; tú me has sido muy estimado. Tu amor fue para mí más maravilloso
que el amor de las mujeres.
27 ¡Cómo han caído los valientes, y perecido las armas de guerra!
1° Corintios 12
1 En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que seáis ignorantes.
2 Sabéis que cuando erais paganos, de una manera u otra erais arrastrados hacia los ídolos mudos.
3 Por tanto, os hago saber que nadie hablando por el Espíritu de Dios, dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir: Jesús es el Señor, excepto por el Espíritu Santo.
4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
5 Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.
6 Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos.
7 Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común.
8 Pues a uno le es dada palabra de sabiduría por el Espíritu; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu;
9 a otro, fe por el mismo Espíritu; a otro, dones de sanidad por el único Espíritu;
10 a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversas clases de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas.
11 Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, distribuyendo individualmente a cada uno según la voluntad de El.
12 Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo.
13 Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu.
14 Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.
15 Si el pie dijera: Porque no soy mano, no soy parte del cuerpo, no por eso deja de ser parte del cuerpo.
16 Y si el oído dijera: Porque no soy ojo, no soy parte del cuerpo, no por eso deja de ser parte del cuerpo.
17 Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿qué sería del oído? Si todo fuera oído, ¿qué sería del olfato?
18 Ahora bien, Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó.
19 Y si todos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo?
20 Sin embargo, hay muchos miembros, pero un solo cuerpo.
21 Y el ojo no puede decir a la mano: No te necesito; ni tampoco la cabeza a los pies: No os necesito.
22 Por el contrario, la verdad es que los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más necesarios;
23 y las partes del cuerpo que estimamos menos honrosas, a éstas las vestimos con más honra; de manera que las partes que consideramos más íntimas, reciben un trato más honroso,
24 ya que nuestras partes presentables no lo necesitan. Mas así formó Dios el cuerpo, dando mayor honra a la parte que carecía de ella,
25 a fin de que en el cuerpo no haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por otros.
26 Y si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él.
27 Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él.
28 Y en la iglesia, Dios ha designado: primeramente, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer lugar, maestros; luego, milagros; después, dones de sanidad, ayudas, administraciones, diversas clases de lenguas.
29 ¿Acaso son todos apóstoles? ¿Acaso son todos profetas? ¿Acaso son todos maestros? ¿Acaso son todos obradores de milagros?
30 ¿Acaso tienen todos dones de sanidad? ¿Acaso hablan todos en lenguas? ¿Acaso interpretan todos?
31 Mas desead ardientemente los mejores dones. Y aun yo os muestro un camino más excelente.
Ezequiel 10
1 Entonces miré, y he aquí, en el firmamento que estaba sobre las cabezas de los querubines, como una piedra de zafiro de apariencia semejante a un trono apareció sobre ellos.
2 Y El habló al hombre vestido de lino y dijo: Entra en medio de las ruedas debajo de los querubines, llena tus manos de carbones encendidos de entre los querubines y espárcelos sobre la ciudad. Y ante mis ojos entró.
3 Los querubines estaban de pie a la derecha del templo cuando el hombre entró, y la nube llenaba el atrio interior.
4 Entonces la gloria del Señor subió del querubín hacia el umbral del templo, y el templo se llenó de la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria del Señor.
5 El ruido de las alas de los querubines se oía hasta el atrio exterior, como la voz del Dios Todopoderoso cuando habla.
6 Y sucedió que cuando ordenó al hombre vestido de lino, diciendo: Toma fuego de entre las ruedas, de entre los querubines, él entró y se paró junto a una rueda.
7 El querubín extendió su mano de entre los querubines hacia el fuego que estaba entre ellos, lo tomó y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino, el cual lo tomó y salió.
8 Y los querubines parecían tener la forma de la mano de un hombre debajo de sus alas.
9 Entonces miré, y he aquí, había cuatro ruedas junto a los querubines, cada rueda junto a cada querubín; el aspecto de las ruedas era como el brillo de una piedra de Tarsis.
10 En cuanto a su apariencia, las cuatro tenían la misma semejanza, como si una[f] rueda estuviera dentro de la otra rueda.
11 Cuando andaban, se movían en las cuatro direcciones, sin volverse cuando andaban, sino que seguían la dirección en que ponían el rostro[i], sin volverse cuando andaban.
12 Y todo su cuerpo, sus espaldas, sus manos, sus alas y las ruedas estaban llenos de ojos alrededor, las ruedas de los cuatro.
13 A las ruedas se les llamó torbellino, y yo lo oí.
14 Y tenía cada uno cuatro caras. La primera cara era la cara de un querubín, la segunda, la cara de un hombre, la tercera, la cara de un león y la cuarta, la cara de un águila.
15 Entonces los querubines se levantaron. Estos eran los seres vivientes que yo había visto en el río Quebar.
16 Cuando los querubines andaban, las ruedas andaban a su lado; y cuando los querubines alzaban sus alas para elevarse del suelo, las ruedas no se apartaban de su lado.
17 Cuando los querubines se detenían, se detenían las ruedas, y cuando se levantaban, se levantaban las ruedas con ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas.
18 Y la gloria del Señor salió de sobre el umbral del templo y se puso sobre los querubines.
19 Cuando los querubines alzaron sus alas y se elevaron del suelo ante mis ojos salieron con las ruedas a su lado, y se detuvieron a la entrada de la puerta oriental de la casa del Señor. Y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos.
20 Estos eran los seres vivientes que yo había visto debajo del Dios de Israel junto al río Quebar; entonces supe que eran querubines.
21 Cada uno tenía cuatro caras y cada uno cuatro alas, y había una semejanza de manos de hombre debajo de sus alas.
22 En cuanto a la forma de sus caras, eran las mismas caras cuya apariencia yo había visto junto al río Quebar. Cada uno caminaba derecho hacia adelante.
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