Conocer la Biblia es muy importante para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Éxodo 10
1 El Señor dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón; porque yo he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos estas mis señales,
2 y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que hice entre ellos; para que sepáis que yo soy el Señor.
3 Entonces vinieron Moisés y Aarón a Faraón, y le dijeron: el Señor el Dios de los hebreos ha dicho así: ¿Hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.
4 Y si aún rehúsas dejarlo ir, he aquí que mañana yo traeré sobre tu territorio la langosta,
5 la cual cubrirá la faz de la tierra, de modo que no pueda verse la tierra; y ella comerá lo que escapó, lo que os quedó del granizo; comerá asimismo todo árbol que os fructifica en el campo.
6 Y llenará tus casas, y las casas de todos tus siervos, y las casas de todos los egipcios, cual nunca vieron tus padres ni tus abuelos, desde que ellos fueron sobre la tierra hasta hoy. Y se volvió y salió de delante de Faraón.
7 Entonces los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo será este hombre un lazo para nosotros? Deja ir a estos hombres, para que sirvan al Señor su Dios. ¿Acaso no sabes todavía que Egipto está ya destruido?
8 Y Moisés y Aarón volvieron a ser llamados ante Faraón, el cual les dijo: Andad, servid al Señor vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir?
9 Moisés respondió: Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir; porque es nuestra fiesta solemne para el Señor.
10 Y él les dijo: ¡Así sea el Señor con vosotros! ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? ¡Mirad cómo el mal está delante de vuestro rostro!
11 No será así; id ahora vosotros los varones, y servid al Señor, pues esto es lo que vosotros pedisteis. Y los echaron de la presencia de Faraón.
12 Entonces el Señor dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para traer la langosta, a fin de que suba sobre el país de Egipto, y consuma todo lo que el granizo dejó.
13 Y extendió Moisés su vara sobre la tierra de Egipto, y el Señor trajo un viento oriental sobre el país todo aquel día y toda aquella noche; y al venir la mañana el viento oriental trajo la langosta.
14 Y subió la langosta sobre toda la tierra de Egipto, y se asentó en todo el país de Egipto en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá después;
15 y cubrió la faz de todo el país, y oscureció la tierra; y consumió toda la hierba de la tierra, y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo; no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo, en toda la tierra de Egipto.
16 Entonces Faraón se apresuró a llamar a Moisés y a Aarón, y dijo: He pecado contra el Señor vuestro Dios, y contra vosotros.
17 Mas os ruego ahora que perdonéis mi pecado solamente esta vez, y que oréis al Señor vuestro Dios que quite de mí al menos esta plaga mortal.
18 Y salió Moisés de delante de Faraón, y oró al Señor.
19 Entonces el Señor trajo un fortísimo viento occidental, y quitó la langosta y la arrojó en el Mar Rojo; ni una langosta quedó en todo el país de Egipto.
20 Pero el Señor endureció el corazón de Faraón, y éste no dejó ir a los hijos de Israel.
21 El Señor dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tanto que cualquiera las palpe.
22 Y extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días.
23 Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones.
24 Entonces Faraón hizo llamar a Moisés, y dijo: Id, servid al Señor; solamente queden vuestras ovejas y vuestras vacas; vayan también vuestros niños con vosotros.
25 Y Moisés respondió: Tú también nos darás sacrificios y holocaustos que sacrifiquemos para el Señor nuestro Dios.
26 Nuestros ganados irán también con nosotros; no quedará ni una pezuña; porque de ellos hemos de tomar para servir al Señor nuestro Dios, y no sabemos con qué hemos de servir al Señor hasta que lleguemos allá.
27 Pero el Señor endureció el corazón de Faraón, y no quiso dejarlos ir.
28 Y le dijo Faraón: Retírate de mí; guárdate que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás.
29 Y Moisés respondió: Bien has dicho; no veré más tu rostro.
Job 29
1 Volvió Job a reanudar su discurso, y dijo:
2 ¡Quién me volviese como en los meses pasados, Como en los días en que Dios me guardaba,
3 Cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara, A cuya luz yo caminaba en la oscuridad;
4 Como fui en los días de mi juventud, Cuando el favor de Dios velaba sobre mi tienda;
5 Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente, Y mis hijos alrededor de mí;
6 Cuando lavaba yo mis pasos con leche, Y la piedra me derramaba ríos de aceite!
7 Cuando yo salía a la puerta a juicio, Y en la plaza hacía preparar mi asiento,
8 Los jóvenes me veían, y se escondían; Y los ancianos se levantaban, y estaban de pie.
9 Los príncipes detenían sus palabras; Ponían la mano sobre su boca.
10 La voz de los principales se apagaba, Y su lengua se pegaba a su paladar.
11 Los oídos que me oían me llamaban bienaventurado, Y los ojos que me veían me daban testimonio,
12 Porque yo libraba al pobre que clamaba, Y al huérfano que carecía de ayudador.
13 La bendición del que se iba a perder venía sobre mí, Y al corazón de la viuda yo daba alegría.
14 Me vestía de justicia, y ella me cubría; Como manto y diadema era mi rectitud.
15 Yo era ojos al ciego, Y pies al cojo.
16 A los menesterosos era padre, Y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia;
17 Y quebrantaba los colmillos del inicuo, Y de sus dientes hacía soltar la presa.
18 Decía yo: En mi nido moriré, Y como arena multiplicaré mis días.
19 Mi raíz estaba abierta junto a las aguas, Y en mis ramas permanecía el rocío.
20 Mi honra se renovaba en mí, Y mi arco se fortalecía en mi mano.
21 Me oían, y esperaban, Y callaban a mi consejo.
22 Tras mi palabra no replicaban, Y mi razón destilaba sobre ellos.
23 Me esperaban como a la lluvia, Y abrían su boca como a la lluvia tardía.
24 Si me reía con ellos, no lo creían; Y no abatían la luz de mi rostro.
25 Calificaba yo el camino de ellos, y me sentaba entre ellos como el jefe; Y moraba como rey en el ejército, Como el que consuela a los que lloran.
Acompañe la lectura del 58° día ingresando aquí.
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