Conocer la Biblia es muy importante para todos nosotros, especialmente en los momentos más difíciles de nuestra vida, porque Dios habla con nosotros por medio de Su Palabra. El Espíritu Santo nos conduce, nos orienta, y cuando pasamos por tribulaciones, Él nos hace recordar lo que está escrito en la Biblia, una Palabra de Dios que nos conforte. Pero solo la recordaremos si la conocemos.
Por eso, elaboramos un plan para que usted lea la Biblia en 1 año. Si usted todavía no comenzó, haga clic aquí y empiece ahora, no lo deje para mañana. Usted verá cómo se transformará su vida.
Si usted ya está en este propósito, acompañe la lectura de hoy:
Levítico 8
1 Habló el Señor a Moisés, diciendo:
2 Toma a Aarón y a sus hijos con él, y las vestiduras, el aceite de la unción, el becerro de la expiación, los dos carneros, y el canastillo de los panes sin levadura;
3 y reúne toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión.
4 Hizo, pues, Moisés como el Señor le mandó, y se reunió la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión.
5 Y dijo Moisés a la congregación: Esto es lo que el Señor ha mandado hacer.
6 Entonces Moisés hizo acercarse a Aarón y a sus hijos, y los lavó con agua.
7 Y puso sobre él la túnica, y le ciñó con el cinto; le vistió después el manto, y puso sobre él el efod, y lo ciñó con el cinto del efod, y lo ajustó con él.
8 Luego le puso encima el pectoral, y puso dentro del mismo los Urim y Tumim.
9 Después puso la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra, en frente, puso la lámina de oro, la diadema santa, como el Señor había mandado a Moisés.
10 Y tomó Moisés el aceite de la unción y ungió el tabernáculo y todas las cosas que estaban en él, y las santificó.
11 Y roció de él sobre el altar siete veces, y ungió el altar y todos sus utensilios, y la fuente y su base, para santificarlos.
12 Y derramó del aceite de la unción sobre la cabeza de Aarón, y lo ungió para santificarlo.
13 Después Moisés hizo acercarse los hijos de Aarón, y les vistió las túnicas, les ciñó con cintos, y les ajustó las tiaras, como el Señor lo había mandado a Moisés.
14 Luego hizo traer el becerro de la expiación, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del becerro de la expiación,
15 y lo degolló; y Moisés tomó la sangre, y puso con su dedo sobre los cuernos del altar alrededor, y purificó el altar; y echó la demás sangre al pie del altar, y lo santificó para reconciliar sobre él.
16 Después tomó toda la grosura que estaba sobre los intestinos, y la grosura del hígado, y los dos riñones, y la grosura de ellos, y lo hizo arder Moisés sobre el altar.
17 Mas el becerro, su piel, su carne y su estiércol, lo quemó al fuego fuera del campamento, como el Señor lo había mandado a Moisés.
18 Después hizo que trajeran el carnero del holocausto, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero;
19 y lo degolló; y roció Moisés la sangre sobre el altar alrededor,
20 y cortó el carnero en trozos; y Moisés hizo arder la cabeza, y los trozos, y la grosura.
21 Lavó luego con agua los intestinos y las piernas, y quemó Moisés todo el carnero sobre el altar; holocausto de olor grato, ofrenda encendida para el Señor, como el Señor lo había mandado a Moisés.
22 Después hizo que trajeran el otro carnero, el carnero de las consagraciones, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero.
23 Y lo degolló; y tomó Moisés de la sangre, y la puso sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el dedo pulgar de su mano derecha, y sobre el dedo pulgar de su pie derecho.
24 Hizo acercarse luego los hijos de Aarón, y puso Moisés de la sangre sobre el lóbulo de sus orejas derechas, sobre los pulgares de sus manos derechas, y sobre los pulgares de sus pies derechos; y roció Moisés la sangre sobre el altar alrededor.
25 Después tomó la grosura, la cola, toda la grosura que estaba sobre los intestinos, la grosura del hígado, los dos riñones y la grosura de ellos, y la espaldilla derecha.
26 Y del canastillo de los panes sin levadura, que estaba delante del Señor, tomó una torta sin levadura, y una torta de pan de aceite, y una hojaldre, y las puso con la grosura y con la espaldilla derecha.
27 Y lo puso todo en las manos de Aarón, y en las manos de sus hijos, e hizo mecerlo como ofrenda mecida delante del Señor.
28 Después tomó aquellas cosas Moisés de las manos de ellos, y las hizo arder en el altar sobre el holocausto; eran las consagraciones en olor grato, ofrenda encendida al Señor.
29 Y tomó Moisés el pecho, y lo meció, ofrenda mecida delante del Señor; del carnero de las consagraciones aquella fue la parte de Moisés, como el Señor lo había mandado a Moisés.
30 Luego tomó Moisés del aceite de la unción, y de la sangre que estaba sobre el altar, y roció sobre Aarón, y sobre sus vestiduras, sobre sus hijos, y sobre las vestiduras de sus hijos con él; y santificó a Aarón y sus vestiduras, y a sus hijos y las vestiduras de sus hijos con él.
31 Y dijo Moisés a Aarón y a sus hijos: Hervid la carne a la puerta del tabernáculo de reunión; y comedla allí con el pan que está en el canastillo de las consagraciones, según yo he mandado, diciendo: Aarón y sus hijos la comerán.
32 Y lo que sobre de la carne y del pan, lo quemaréis al fuego.
33 De la puerta del tabernáculo de reunión no saldréis en siete días, hasta el día que se cumplan los días de vuestras consagraciones; porque por siete días seréis consagrados.
34 De la manera que hoy se ha hecho, mandó hacer el Señor para expiaros.
35 A la puerta, pues, del tabernáculo de reunión estaréis día y noche por siete días, y guardaréis la ordenanza delante del Señor, para que no muráis; porque así me ha sido mandado.
36 Y Aarón y sus hijos hicieron todas las cosas que mandó el Señor por medio de Moisés.
Salmos 9
1 Te alabaré, oh Señor, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas.
2 Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré a tu nombre, oh Altísimo.
3 Mis enemigos volvieron atrás; cayeron y perecieron delante de ti.
4 Porque has mantenido mi derecho y mi causa; te has sentado en el trono juzgando con justicia.
5 Reprendiste a las naciones, destruiste al malo, borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre.
6 Los enemigos han perecido; han quedado desolados para siempre; y las ciudades que derribaste, su memoria pereció con ellas.
7 Pero el Señor permanecerá para siempre; ha dispuesto su trono para juicio.
8 El juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud.
9 El Señor será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia.
10 En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Señor, no desamparaste a los que te buscaron.
11 Cantad al Señor, que habita en Sion; publicad entre los pueblos sus obras.
12 Porque el que demanda la sangre se acordó de ellos; no se olvidó del clamor de los afligidos.
13 Ten misericordia de mí, Señor; mira mi aflicción que padezco a causa de los que me aborrecen, tú que me levantas de las puertas de la muerte,
14 Para que cuente yo todas tus alabanzas en las puertas de la hija de Sion, y me goce en tu salvación.
15 Se hundieron las naciones en el hoyo que hicieron; en la red que escondieron fue tomado su pie.
16 El Señor se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; en la obra de sus manos fue enlazado el malo. Higaion. (Selah)
17 Los malos serán trasladados al Seol, todas las gentes que se olvidan de Dios.
18 Porque no para siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente.
19 Levántate, oh Señor; no se fortalezca el hombre; sean juzgadas las naciones delante de ti.
20 Pon, oh Señor, temor en ellos; conozcan las naciones que no son sino hombres. (Selah)
Proverbios 23
1 Cuando te sientes a comer con algún señor, considera bien lo que está delante de ti,
2 Y pon cuchillo a tu garganta, si tienes gran apetito.
3 No codicies sus manjares delicados, porque es pan engañoso.
4 No te afanes por hacerte rico; sé prudente, y desiste.
5 ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo.
6 No comas pan con el avaro, ni codicies sus manjares;
7 Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él. Come y bebe, te dirá; mas su corazón no está contigo.
8 Vomitarás la parte que comiste, y perderás tus suaves palabras.
9 No hables a oídos del necio, porque menospreciará la prudencia de tus razones.
10 No traspases el lindero antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos;
11 Porque el defensor de ellos es el Fuerte, el cual juzgará la causa de ellos contra ti.
12 Aplica tu corazón a la enseñanza, y tus oídos a las palabras de sabiduría.
13 No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá.
14 Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol.
15 Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, también a mí se me alegrará el corazón;
16 Mis entrañas también se alegrarán cuando tus labios hablaren cosas rectas.
17 No tenga tu corazón envidia de los pecadores, antes persevera en el temor del Señor todo el tiempo;
18 Porque ciertamente hay fin, y tu esperanza no será cortada.
19 Oye, hijo mío, y sé sabio, y endereza tu corazón al camino.
20 No estés con los bebedores de vino, ni con los comedores de carne;
21 Porque el bebedor y el comilón empobrecerán, y el sueño hará vestir vestidos rotos.
22 Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies.
23 Compra la verdad, y no la vendas; la sabiduría, la enseñanza y la inteligencia.
24 Mucho se alegrará el padre del justo, y el que engendra sabio se gozará con él.
25 Alégrense tu padre y tu madre, y gócese la que te dio a luz.
26 Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos.
27 Porque abismo profundo es la ramera, y pozo angosto la extraña.
28 También ella, como robador, acecha, y multiplica entre los hombres los prevaricadores.
29 ¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos?
30 Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura.
31 No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente;
32 Mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará dolor.
33 Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades.
34 Serás como el que yace en medio del mar, o como el que está en la punta de un mastelero.
35 Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió; me azotaron, mas no lo sentí; cuando despertare, aún lo volveré a buscar.
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