“Así ha dicho Ciro rey de Persia: El SEÑOR, el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que Le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá.
Quien haya entre vosotros de Su pueblo, sea Dios con él, y suba a Jerusalén que está en Judá, y edifique la casa al SEÑOR, Dios de Israel (Él es el Dios), la cual está en Jerusalén.” Esdras 1:2-3
La propia Biblia muestra que el emperador persa Ciro, el Grande, después de que Babilonia fue tomada por el rey Nabonido, fue el responsable por liberar al pueblo hebreo de la esclavitud y del exilio en el que estaban desde que los babilonios conquistaron Jerusalén, generaciones antes. Dios lo movió, no solo para que libere a Su pueblo, sino para que dé medios para que reconstruyeran el Templo de Salomón, destruido cuando la Tierra Santa fue tomada y saqueada.
Nabonido, según historiadores, gobernó junto con su hijo Belsasar, aquel que brindaba vino con los príncipes del lugar usando jarros sagrados de oro y plata sustraídos del Templo de Salomón por Nabucodonosor cuando una misteriosa mano apareció delante de todos escribiendo en una pared del palacio, como nos cuenta el libro de Daniel en el capítulo 6.
Daniel, cautivo del palacio, fue llamado para interpretar los escritos y profetizó que Dios era el autor de la extraña escritura, y que entregaría a Babilonia a los enemigos por no haberse conducido con rectitud. Dicho y hecho: Belsasar fue asesinado y Babilonia cayó sobre el poder persa.
Ciro, el rey de los nuevos dueños de Babilonia, fue un gobernante mucho mejor que Belsasar y Nabonido, que abusaban del pueblo, y liberó a los pueblos entonces cautivos. Según la Biblia Dios lo llevó a esto.
El Cilindro de Ciro (foto), un descubrimiento arqueológico entre los más importantes del mundo, tiene inscripciones cuneiformes que confirman, según una corriente de estudiosos, que Ciro fue un gobernante más justo para Babilonia y que repatrió a los hebreos, conforme cuenta Esdras en la Biblia. El artefacto, hecho de piedra y cubierto de arcilla, fue encontrado por partes por arqueólogos en la segunda mitad del siglo XIX y está actualmente en exposición en el Museo Británico, en Londres, según el cual el objeto es de entre 539 y 530 a.C., período dentro del reinado de Ciro (559-530 a.C.)
Como continúa contando Esdras, Ciro liberó a los hebreos y ordenó que los pueblos bajo su reinado les proveyeran los materiales para que se levantara nuevamente el Templo de Salomón. Los israelíes emprendieron la reconstrucción de la Casa de Dios y de Jerusalén, aunque sin la imponencia de los tiempos del hijo de David, y trajeron de vuelta las oraciones y los sacrificios al Señor en el lugar original, el Monte Moriah. Más tarde, bajo el dominio de los romanos, el Templo pasaría por una gran reforma promovida por Herodes, pasando a ser aquel que hoy conocemos como el Segundo Templo.
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