Durante mucho tiempo, Rita se dedicó a hacer “trabajos” que, según creía, ayudaban a hacerles el bien a las personas. “Yo tiraba las cartas, las runas, adivinaba la suerte, usaba el péndulo y hacía constelaciones. Supuestamente, ayudaba a la gente a unirse, a unir parejas, todo ese tipo de rituales. Hablaba con presuntos ángeles y ellos me decían qué era lo que les pasaba a las personas. Hacía imposiciones de manos y, por medio de supuestas energías, mis manos curaban”, detalla.
Sin embargo, todo eso no le sirvió para brindarle alivio y sanidad a su propia vida y a su familia. “Mi matrimonio estaba destruido”, señala y agrega: “Estaba enferma, tenía depresión, ganaba mucho dinero con los ‘trabajos’ que hacía, pero estaba en la miseria”.
Cuando su esposo fue diagnosticado con una enfermedad terminal, ella comenzó a buscar una respuesta ante tantos problemas. “Él tenía dos tumores en la cabeza, lo tenían que operar de urgencia porque le quedaba poco tiempo de vida, pero tampoco sabían si iba a pasar la cirugía”, cuenta.
“Comencé a buscar ayuda para él”, asegura y añade: “Fue entonces cuando, a través de un ejemplar del periódico El Universal, conocí la iglesia. Cuando fui por primera vez, sentí paz y que se me había caído una venda de los ojos. Vi que todo lo que yo estaba haciendo no era correcto, que era una mentira, que los demonios me tenían engañada y que lo que estaba haciendo no era algo bueno, sino malo”.
Ese día se dio cuenta de que allí se encontraba lo que necesitaba. “Sentí tranquilidad porque por las noches no podía dormir, me desvelaba, veía sombras, ya no distinguía entre una persona viva y un espíritu, que era la forma en la que se me presentaban los demonios”, cuenta.
Por otro lado, en la reunión sucedió algo que le llamó la atención. Rita recuerda: “Yo conocía a la mayoría de los demonios que se manifestaron en la iglesia, pero los conocía como ángeles. Eso me sorprendió mucho. Luego, me acerqué a hablar con el pastor y me explicó que eran demonios. Le conté qué era lo que yo hacía y que lo hacía para ayudar a la gente, sin hacerle mal a nadie. Él me explicó que eso no era algo de Dios, que ver espíritus tampoco era bueno, que Dios no quería para nosotros la angustia, el insomnio, sino todo lo contrario: la paz, la tranquilidad y el amor”.
“Enseguida entendí que eso no era bueno y pregunté si podían ir a buscar los elementos con los que ‘trabajaba’ en mi consultorio. Se llevaron dos bolsas de residuos llenas. Así empezó mi proceso de liberación. Fue rápido porque yo ya no daba más de la tristeza. Dios me ayudó a liberarme, mi entrega fue sincera”, asegura.
La transformación que llegó a su vida hizo que su manera de vivir y su agenda también cambiaran. Al respecto, señala: “El tiempo que antes destinaba a servir a los demonios decidí utilizarlo para servir a Dios”.
Todas las áreas de su vida que necesitaban una intervención Divina fueron restituidas por medio de la fe. “Hoy mi matrimonio, mi salud y mi economía están restaurados. Mi esposo se sanó de los tumores y no tuvieron que operarlo, gracias a Dios”, concluye.
Rita asiste a la Iglesia Universal ubicada en Av. Ángel Gallardo 730, Bariloche, Río Negro.