Cuando los padres de Sergio murieron, su mundo se vino abajo:
“Fui a la calle, pedía para comer, no tenía nada. Anduve mendigando hasta que caí en el vicio de la droga a los 14 años. Consumí marihuana, después seguí con las pastillas, cocaína y llegué a probar la pasta base.
No encontraba ninguna razón para vivir. Luego, conocí a la que hoy es mi señora y su familia se hizo cargo de mí. A pesar de eso, no medía el peligro, ni que la droga podía llegar a matarme.
No me importaba morir consumiendo, estuve prácticamente 20 años así. A pesar de que ya había formado mi familia no dejaba de drogarme.
Empecé con robos menores, pero después fue peor. A medida que juntaba plata, conseguía armas y los asaltos eran más grandes.
Un día agarré un cuchillo y me corté las venas. Cuando llegué al hospital me desvanecí, desperté con el brazo vendado, no recuerdo mucho porque estaba drogado.
En otra oportunidad, quise tirarme en las vías del tren, pero una persona se acercó y me hizo olvidar.
Conocí la Universal por mi suegra. Empecé a participar de la Cura de los Vicios, conocí a otros que tenían el mismo problema que yo. Me liberé, juntaba cartones, llegué a revolver la basura, pero no volví a delinquir. Hoy soy oficial mecánico de trenes y padre de familia. Gracias a Dios, estoy feliz”.
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