Jacob no tenía idea de la bendición que Dios le había preparado cuando se casó con Lea, porque siguió a su corazón, encantado por la belleza exterior de Raquel. Lo que le hizo despreciar la bendición de Dios, pues pensó que era muy poco …
Él quería ser bendecido como lo había sido su padre Isaac, pero estaba lejos de ser lo que Isaac había sido.
¡Y hoy en día, muchos actúan exactamente igual!
Dios ha preparado una bendición específica para la persona, la bendición que realmente le dará sentido a su vida, pero por no ser exactamente lo que la persona quiere, termina despreciándola y pensando que es muy poco para ella.
Así es como actuamos cuando le damos oídos a nuestro corazón corrupto. Nos creemos merecedores de las bendiciones que queremos, pero pensamos que es muy poco lo que Dios nos da. Y durante años sufrimos por oír más al corazón que a la razón, a lo que queremos y no a lo que necesitamos.
Despreciamos la Voz de Dios para oír la voz del corazón, hasta que entendemos que el orden es al contrario…