1º Debe preguntarse ¿Cuál es la voluntad de Dios para mi vida?
“Porque Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos Mis caminos, dijo el Señor. Como son más altos los cielos que la tierra, así son Mis caminos más altos que vuestros caminos, y Mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”, (Isaías 55:8-9).
Justamente porque Sus Pensamientos son más altos que los nuestros tenemos que decir: “Señor, ¡sea hecha Tu voluntad!”
2º No puede estar ansioso y desesperado porque la bendición no llega a su vida. Abraham esperó 25 años, desde los 75 hasta los 100, pero él obedecía y confiaba en Dios.
“Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia.”, (Romanos 4:18).
3º Abraham no tenía puesta su mirada en las cosas materiales, sino en las de Dios.
“Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”, (Hebreos 11:10).
Está bien que la persona busque bendiciones, pero lo más importante es la salvación, esta es la que no nos deja retroceder. Abraham mantuvo esa fe, estuvo firme en los pensamientos del Señor. Él siempre hace lo que la persona necesita, en el momento justo.
Por eso, siempre insistimos en la necesidad de recibir el Espíritu Santo. Él es Dios, así como el Padre y el Hijo y quiere habitar en su interior. La persona debe tenerlo y así poseer la fe necesaria para soportar las luchas y afrentas.
“Entonces el Espíritu de Dios vendrá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. Y cuando te hayan sucedido estas señales, haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está contigo.”, (1º Samuel 10:6-7).
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