María Julia Burelli y Miguel Ángel Fiorini nos cuentan su difícil historia de vida. “Mi vida estaba muy deteriorada, era un desastre. El matrimonio no iba ni para atrás, ni para adelante. No era que no nos quisiéramos, sino que teníamos muchos problemas por la falta de dinero.
Él se quedó sin trabajo y de Olavarría nos vinimos para La Plata con todos los chicos, vinimos a parar a la casa del papá de mi esposo. Pasamos por muchas dificultades cuando llegamos porque veníamos de un pueblo que era muy solidario y nos encontramos con que acá era totalmente diferente.
Los dos éramos muy jóvenes, con cuatro chicos, el más chiquito tenía cinco años y la más grande doce. Él encontró trabajo de albañil y se tenía que ir a las seis de la mañana y venía a las siete de la noche y yo estaba todo el tiempo sola en la casa de mis suegros. Mis hijos sufrían el rechazo de su abuelo, porque no los quería. Fue un cambio terrible, la escuela y los amigos, fue difícil.
Llegó un momento en que mi suegro nos echó porque discutimos, él maltrataba a mis hijos y yo no lo soportaba.
Tuvimos que subir las cosas al auto, pasar toda una noche con los cuatro chicos ahí arriba. Al otro día un vecino que nos vio, nos alcanzó agua caliente y nos prestó una casa que en ese momento estaba refaccionando. Pasamos ahí una semana, hasta que una prima de mi esposo nos prestó otra casa.
El papá de mi esposo falleció, pero antes de morir maldijo a su hijo. Nosotros pasamos a vivir a esa casa y después de eso empezaron los problemas matrimoniales. Él trabajaba, pero no nos alcanzaba el dinero, así como venía, se iba.
No tenía ni para vestir a mis hijos, mis nervios estaban al límite. Venía de una familia en la que no faltaba nada. Entonces empezaron las discusiones, yo era celosa, porque él no estaba en casa en todo el día.
Él rompía las puertas para no pegarme a mí. Hasta que un día llegó al límite cuando lo quise matar con un cuchillo. Entonces decidimos separarnos.
En ese momento, encontré el programa de radio y escuché pare de sufrir. Empecé a escuchar, llamamos por teléfono hablamos con el Obispo. Íbamos a la Universal, todos los días.
La familia se fue recomponiendo, perdimos a un hijo, pero sabemos que él se entregó a Dios. Él nos dio fuerza para seguir adelante. Pasamos muchas luchas, pero vencimos, nos casamos acá.
Tenemos nuestra casa, una camioneta 0Km, él dejó de fumar y se liberó de los nervios. Tenemos un matrimonio blindado por el Señor, bendecido, somos uno. Logramos superar todo, juntos”.
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