¿Puede un reloj inteligente ayudar a prevenir un ataque de epilepsia? ¿Puede una aplicación móvil ayudar a la investigación y al desarrollo de chicos con autismo? La respuesta a esas, y otras muchas preguntas similares es sí.
La tecnología se puso al servicio de la salud a niveles nunca antes vistos. Si bien siempre hubo avances tecnológicos relacionados a la medicina, fueron hechos principalmente para ser usados por médicos y profesionales de la salud, nunca por el paciente. Salvo por los tensiómetros y los medidores de glucemia hogareños, no había en el mercado masivo de consumo una gran cantidad de dispositivos que ayuden al control diario de ciertas patologías.
Sin embargo, con la llegada de los teléfonos celulares inteligentes, la situación empezó a cambiar. Fue posible usar el flash de la cámara de fotos para medir el ritmo cardíaco, usar aplicaciones para realizar un seguimiento del ejercicio físico realizado, entre otras aplicaciones, pero todavía faltaba un paso más, dado por los “wearables”.
Gracias a los relojes inteligentes, un paciente epiléptico puede dar aviso a un ser querido cuando percibe que está por sufrir un ataque, o que un paciente diabético pueda llevar un registro pormenorizado de sus malestares o sensaciones de hambre en una aplicación y luego compartir ese registro con su médico, permitiendo ajustes en el tratamiento.
Además, salvan vidas. En Inglaterra, un hombre de 62 años evitó la muerte gracias al monitoreo constante de pulsaciones que hacía su reloj inteligente. Dennis Anselmo se sentía mal y pensaba que estaba resfriándose, pero al ver el detector de pulsaciones de su reloj, notó que su corazón latía 210 veces por minuto. Llamó a emergencias y, luego de descubrir que sus arterias estaban obstruidas, los médicos le dijeron que si no hubiera sido por el reloj, hubiera tenido un segundo ataque durante la noche y hubiera muerto.
Es hora de mirar a estos nuevos dispositivos como aliados de nuestra salud y no como un accesorio de moda.
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