Es posible comprender la crítica de Juan cuando analizamos el contexto en el que el Señor Jesús creció. En aquella época, había una gran hipocresía entre aquellos que se decían “ser” de Dios.
Los fariseos, por ejemplo, eran un grupo muy criticado incluso por el propio Señor Jesús (Mateo 23.27-28), porque ellos se presentaban como “santos” a las personas, pero por dentro eran tan pecadores como cualquier otro ser humano.
Los hipócritas de la fe de aquellos tiempos conocían la Palabra de Dios, pero en vez de llevar al pueblo hasta el Altísimo, usaban sus “cargos” para obtener prestigio social.
La hipocresía se ve incluso en los tiempos actuales
Sin embargo, es importante vigilar para no caer en esta trampa también. Así como el sumo sacerdote Caifás, muchas personas que actualmente frecuentan la iglesia “señalan con el dedo” todo el tiempo para juzgar a los demás.
Acusan, recriminan al prójimo, quieren pasar lejos de los “pecadores”. El discurso de Juan Bautista se aplicaría plenamente a los “Caifás” de la actualidad.
Sobre este tema, el obispo Edir Macedo orientó, durante una transmisión de la Palabra Amiga: “La hipocresía es algo que sucede poco a poco. La persona se va cansando de perseverar en la fe, de obedecer la Palabra de Dios. Si usted está descendiendo a ese estado de hipocresía, debería reevaluar su vida. Porque nada sirve en este mundo. Todo esto pasará. Las riquezas, la gloria, la sabiduría y el éxito pasarán. Todo pasará como el viento.
Y, según el obispo, esta condición espiritual engañosa se reflejará también en lo más importante que el cristiano tiene: la Salvación -concedida por el Señor Jesús- de su propia alma.
“Lo peor de todo es el destino final de nuestra alma. ¿A dónde irá nuestra alma? ¿A dónde irá su alma? Jesús dijo que no sirve ganar el mundo entero y perder su propia alma. Usted solo puede garantizar su Salvación mientras está vivo”, añade.