Los campos estaban verdes, los árboles siempre daban frutos, los animales caminaban libres sobre la faz de la tierra, sin que nada malo les sucediera. Los cielos siempre estaban azules, las aguas cristalinas corrían por los ríos. Así fue el principio de todo. La tierra, sin forma y vacía, tomó el brillo y la belleza del grandioso Dios.
Pero, entre tanta perfección, una de las mejores de sus creaciones fue el hombre, y de él Dios también hizo a la mujer, y a través de ella el pecado fue revelado. Entonces, llegaron los hijos. Ya crecidos, los hermanos Caín y Abel siguieron profesiones y objetivos diferentes. Uno agradó a Dios y el otro quiso solo ofrendar al Altísimo.
Del fruto de la tierra Caín quiso donar a Dios y Abel de las primicias del rebaño ofrendó a Dios, agradándose Él del segundo sacrificio. Surgió entonces el primer sentimiento de ira, y Caín mató a su hermano Abel.
“Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.” Génesis 4:11
“Quien le roba a Dios es automáticamente maldecido. Y si está fuera del altar, está lejos de la presencia de Dios. Cuando una persona agrada al Altísimo, se vuelve el propio sacrificio, haciendo del lugar en el que está el trono de Dios. Esa persona tiene condiciones de comunicarse con Dios, de hablar y ser respondida, no necesita estar adentro de la iglesia para tener comunión con Él. En cualquier lugar en el que esté, allí estará Dios, para escuchar su clamor, su súplica, para oír su oración”, explicó el obispo Macedo durante el mensaje transmitido la TV Universal y la radio Red Aleluya.
“Y Él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a Mí desde la tierra.” Génesis 4:10
“Cuando una persona no es diezmista, no tiene compromiso con Dios, y Él tampoco con ella. Cuando la persona está fuera del altar, se vuelve maldita, no porque Dios la maldijo, sino porque ella se maldijo. Una vez fuera del abrigo de Dios y fuera de las alas del Altísimo, estará sujeta a las desgracias que este mundo impone. Los fieles tienen derechos ante Dios, a tener una vida bendecida y también a ser respondidos en todos sus clamores”, dijo.
“Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en Mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Señor de los Ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice el Señor de los Ejércitos.” Malaquías 3:10-11
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