“¿Por qué Dios permite que esa situación mala ocurra?” Es común ver a muchas personas haciendo ese tipo de cuestionamiento. Mientras tanto, la mayoría no se pregunta sobre las causas que llevaron a aquel acontecimiento.
Algunas veces, las adversidades de la vida de una persona son consecuencias de sus malas actitudes. Si comienza a equivocarse y a vivir en pecado, ciertamente Dios va a permitir que la persona recoja los frutos de ese comportamiento.
¿Cuántas veces vio un noviazgo que no sigue adelante, por ejemplo, porque los involucrados estaban pecando? ¿O un negocio profesional que no funciona porque una de las partes estaba fallando? Innumerables veces. Eso se debe a que el objetivo de Dios es hacer que la persona note que está en el camino que la aparta de Él. Ella pasa por un desafío muy difícil que le trae sufrimientos y dolor. Solo así ella comienza a ver las fallas que cometió para, entonces, cambiar sus actitudes y, en fin, volverse obediente a Dios.
Las consecuencias negativas del pecado siempre existieron. Algunos hombres de la Biblia Sagrada padecieron por causa de las transgresiones que cometieron.
Pero no es solo el pecador el que padece a causa de sus pecados. Muchas veces, las consecuencias del pecado alcanzan a otras personas, como también ocurrió con el pueblo hebreo después del pecado de Acán.
Debido a su trasgresión, Israel perdió la batalla ante el Reino de Hai, cuyo ejército era muy inferior al de los hebreos. El líder Josué no Le había consultado a Dios para seguir con su ejército y, por eso, no supo que había un traidor en medio de ellos. Si hubiera pedido la dirección de Su Señor, ciertamente Él ordenaría que el pecado fuera removido antes para poder, entonces, partir hacia la batalla. En ese ejemplo, Dios permitió que Israel perdiera a varios hombres para mostrarles a todos que existía algo pecaminoso en su medio.
El permiso de Dios
Si el cristiano está a punto de caer en tentación, los ojos de Dios se vuelven atentos a sus acciones. Al notar que el hombre Lo desobedeció y pecó, el Señor Se entristece y le muestra cuánto sus actitudes equivocadas acarrean destrucción.
Cuando el pueblo hebreo tenía mucha sed en el desierto de Zin, por ejemplo, Dios le ordenó a Moisés que hablara con la roca para que de ella saliera agua. Aun así, en un momento de ira, él golpeó la roca dos veces, en vez de hablar con ella. Esa actitud desagradó a Dios, Quien lo reprendió y le impidió entrar a la Tierra Prometida. Tal vez el acto de Moisés no haya sido tan grave y Dios podría haber comprendido su actitud, pero él fue incrédulo y Lo desobedeció.
En un post en su blog, el obispo Edir Macedo escribió que cualquier pecado desagrada a Dios porque es consecuencia de una desobediencia. “Dios juzga la raíz del pecado, donde los ojos humanos no logran evaluar. Para el Altísimo no importan las justificaciones dadas por una persona para defender su pecado, ya que Él no es convencido por ninguna excusa usada para la práctica del pecado. Él ve al pecado en sí.”
Por eso, es natural que el pecador pase por problemas como consecuencia de sus actos. “Él trata nuestras fallas con criterios justos e individuales y nadie está inmune a las consecuencias de las faltas practicadas”, añade el obispo.
En la vida de un cristiano, las consecuencias del pecado continúan a medida que él reacciona delante de sus pecados. Si él se arrepiente, confiesa sus fallas y se reconcilia con Dios, Él le da una nueva oportunidad y lo saca de la situación mala. Sin embargo, si él no se arregla con Dios, podrá pasar por problemas aun peores, como explica el obispo: “Al permanecer en el pecado, nos convertimos en esclavos de él y el pecado pasa a ser nuestro señor y a reinar en el lugar de Jesús”.
Para entender la diferencia, vea el ejemplo de Saúl y David. Saúl era un hombre ungido por Dios, pero, llevado por el orgullo, pecó varias veces. Él no reconoció su pecado y fue cada vez más apartándose de Dios. Asesinó a 85 sacerdotes de Dios, consultó a una adivina y después se suicidó.
David también pecó al adulterar y dejar embarazada a una mujer de su militar más fiel, Urías. Para ocultar su pecado, mintió y además ordenó matarlo. Aun así, después de recibir el juicio, se arrepintió y se humilló delante de Dios. Aunque el arrepentimiento haya traído el perdón, David, tuvo que cosechar los frutos del pecado: también fue traicionado cruelmente y la espada de la muerte estuvo en su familia.
Por lo tanto, si están sucediendo situaciones negativas debido a su mal comportamiento, es necesario arrepentirse y reconciliarse con Dios. Usted sufrirá las consecuencias de los errores, pero recibirá Su perdón y continuará en Su presencia, que es lo más importante.
Sepa más sobre este y otros temas espirituales en la Noche de los Vencedores, que se realiza todos los miércoles a las 20h, en la Universal de Almagro, Av. Corrientes 4070 o haga clic aquí para consultar la dirección de la iglesia más cercana.
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