Jesús deja claro en Su Palabra que Sus elegidos deben hacer uso de un arma, y esta arma es la Espada del Espíritu. Vea lo que Está escrito en el versículo 16 del capítulo 15 del Evangelio de Juan:
“Vosotros no Me escogisteis a Mí, sino que Yo os escogí a vosotros, y os designé para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”. Juan 15:16
¡Qué lindo y maravilloso! Vea la primera afirmación:
“Vosotros no Me escogisteis a Mí, sino que Yo os escogí a vosotros…” Juan 15:16
La razón por la que usted está acá no es porque simplemente quiso o lo deseó o aceptó la invitación o el desafío. Usted se ha intitulado católico, judío, espiritista, evangélico, testigo de Jehová o ateo, pero Dios nos escogió primero. Nosotros creemos en Dios porque Él creyó primeramente en nosotros, y cuando elegimos servir a Dios, confiar en Dios, entregar vuestra vida a Él, es porque Él nos eligió y nos aceptó y quiere perdonarnos, transformarnos, bautizarnos con Su Espíritu y usarnos, como Está Escrito ahí.
Él quiere usar sus ojos, su boca, sus manos para dar frutos, es decir, para salvar almas, como los miembros y los obreros de la Iglesia Universal. Él nos dice: “Esta elección fue Mía, Yo te escogí”.
Jesús deja claro que Él vino para los pobres, Él dijo así: “Buscad a las ovejas perdidas”, no fue una sugerencia, fue una orden de Jesús a Sus discípulos. ¿Quiénes son las ovejas perdidas? Los descreídos, en los que la familia no cree, los que no creen ni en sí mismos. Si fuera hoy, Jesús diría: “busquen a los depresivos, a los adictos, a los que están perdidos —sea en su incredulidad o en su religiosidad—, a los que están descarriados, fuera del camino, busquen a estos”. Porque Él dijo: “Yo vine para los pobres”.
Jesús salva a ricos y pobres, incluso Él tenía seguidores que eran ricos, Jesús no fue echado en una fosa común porque un rico intercedió por Su cuerpo. ¿Se acuerdan de Lázaro a quien Jesús resucitó? Era un hombre de posición. Jesús vino para salvar a todos, el pobre al que Jesús Se refiere es el pobre de espíritu, el que es humilde para reconocer su real estado y dice: “necesito salvación”. Cuando la persona reconoce que necesita salvación, es decir que necesita ser perdonada, que necesita ser salva, que necesita ser transformada, esta persona está reconociendo su real estado espiritual: “yo soy imperfecto, yo soy pobre y necesito al Salvador”.
Los pobres buscan más a Dios que los que tienen posesiones y se apoyan en lo que poseen, y usan a abogados, a doctores o la influencia de políticos, y desprecian el poder de la fe y la necesidad de buscar a Dios porque tienen recursos, eso es natural en el ser humano.
No lo hacen por maldad, sino porque tienen opciones, pero cuando lo pierden todo y no queda nadie alrededor solo les resta la fe. Y en esta pobreza Dios lo elige porque decide asumir la fe en Él como su Señor y su Salvador: “yo no tengo paz, no tengo alegría, tengo miedo de la muerte, del día de mañana, tengo miedo de todo, hasta de mí mismo porque he hecho cosas que nunca pensé que iba a hacer, me he vuelto un monstruo, pero estoy aquí pidiendo perdón…” Cuando la persona hace eso, este pobre está siendo elegido por Dios para tornarse hijo y designarlo.
“… y os designé para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda”. Juan 15:16
Designar es dar autoridad, un nombre, un poder para que vaya y haga lo que tiene que ser hecho, es Jesús hablando: “Yo te elijo y Yo te capacito”, aunque usted no haya estudiado, aunque sea pobre, aunque ya sea mayor, aunque haya cometido muchos pecados… deje de intentar justificar su exclusión, Él lo eligió y Él lo ha designado para que vaya y dé frutos. ¿Qué frutos? La Biblia dice que hay frutos del Espíritu Santo, ¿cuáles son los frutos del Espíritu Santo? ¿Cuál es el primer fruto del Espíritu Santo? Paz, alegría, amor, longanimidad, perseverancia, benignidad, dominio propio, mansedumbre, paciencia.
Cuando uno es elegido de Dios es designado y capacitado por Él para ser poseído por Su Espíritu y dar frutos. La Biblia lo dice en singular: fruto del Espíritu Santo, son nueve frutos, pero el Espíritu Santo es Uno.
No es su intelectualidad, no es su formación académica, no es su posición social, no es su conocimiento teológico o bíblico lo que lo capacita, sino que Él que lo haya elegido.
Por eso llamamos delante del Altar a los que quieren vaciarse de sí mismos para ser llenos del Espíritu, porque los elegidos de Dios no se alejan del Altar, el Altar representa a la Roca, que es Jesús, y aquel que es edificado en Jesús, en Su Palabra, no será avergonzado jamás, va a ser odiado, va a ser perseguido, va a ser atacado por el mundo, como Jesús dijo: “Porque si a Mí Me odiaron, a vosotros también los odiarán, así que tened buen ánimo…”
“…y que vuestro fruto permanezca…” Juan 15:16
Cuando uno está salvo les lleva esta bendición a los demás con su carácter, no son solo sus palabras, sino su vida, su testimonio. Muchos buscan ayudar al prójimo socialmente —que es lo que debemos hacer también como hace la Iglesia en un intenso trabajo— pero, como dijo Jesús, esta comida perece, mientras que la espiritual permanece. Y Él dijo: “trabajad por la comida que permanece para la vida eterna”. El pan que tenemos que comer cada día es la Palabra.
¿Y cuál es la pieza de la armadura de hoy? La Espada del Espíritu:
“… y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios” (Efesios 6:17)
Ningún soldado se atrevía a luchar sin tener en mano esa arma, tanto para defenderse como para atacar. En el ámbito espiritual, esta espada representa la Palabra de Dios, en la cual tenemos la garantía de que, si la practicamos y la anunciamos, nunca volverá vacía, sino que el propósito para el que fue designada se cumplirá perfectamente (Isaías 55:11).
Cuando uno practica y uno predica, la Palabra va y vuelve. Va con la Profecía, con la Promesa, con el Mandamiento, con la Instrucción, y vuelve con el testimonio para la Gloria de Dios. ¿Para qué exhibimos los casos verídicos? Porque fue profetizado, nosotros hemos profetizado y ustedes han creído, hemos evangelizado y las personas han venido. Su testimonio es parte, como elegido de Dios, usted tiene que glorificarlo con su testimonio. Los frutos del Espíritu tienen que estar en evidencia, no es justo, no es coherente, es inaceptable que alguien lea, crea y practique esta Palabra y no vea los frutos. Dios nos eligió para que vayamos y demos frutos que hablen y nosotros prediquemos: “mira cómo era y cómo soy, mira cómo estaba y cómo estoy”. Transformación.
La Espada del Espíritu es Su Palabra, que es un arma de ataque y de defensa. Usted tiene un arma que es la Palabra, pero, si no la usa, es como un soldado con la espada envainada, usted tiene que desenvainarla, tiene que usarla, si no la usa, ¿Qué beneficio habrá en tenerla? Así es mucha gente que tiene la Palabra de Dios.
Yo soy apasionado por la Biblia, hace 36 años solo había 3 libros en la Iglesia: “En los Pasos de Jesús”, “El Despertar de la fe” y “Secretos del ocultismo”, y ya los había leído varias veces, así que me aferraba a la Biblia, no había internet ni computadora ni smartphone, así que fui beneficiado. Para entender el significado de una palabra bíblica tenía que buscarla en el diccionario. Hoy la mente de las personas está cauterizada. Siempre antes de empezar una reunión toco la Palabra y Le digo a Dios: “Señor, que no sea yo hablando sino Tú”. Por eso a veces a usted le queman los oídos.
La Palabra es como su Autor: viva y poderosa, por eso es invencible
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4:12)
y es más cortante que cualquier espada de dos filos, porque actúa donde ninguna otra arma es capaz de penetrar. Separa espíritu (razón) y alma (corazón). Cuando escuchamos la Palabra con un espíritu de humildad, de pobreza de espíritu en el sentido de “yo acepto, yo reconozco, yo necesito”, el Espíritu Santo nos muestra las consecuencias de una acción mala para librarnos del mal.
La Palabra de Dios va hasta el alma, discerniendo pensamientos y pesando todos los deseos del corazón. Además, destruye las fortalezas del diablo, así como todas sus obras. ¿Sabe cuáles son las fortalezas del diablo? Las fortalezas del diablo son ideas, sofismas, manías, tradiciones que el mal fue construyendo en el transcurso de los años y que ya forman parte de la vida de uno para justificar errores, pecados y cosas malas, esas fortalezas tienen que ser destruidas y solo la Palabra de Dios tiene este poder, porque libera, educa y fortalece al lector. Si el ser humano la obedece, cortará todas las ataduras que lo atan al pecado, a los vicios y a su naturaleza carnal y corrupta. En otras palabras, usted también debe usar esta arma para atacar, para contrarrestar los ataques del maligno. He ahí la necesidad de leer y meditar en la Palabra, porque, si no la conoce, ¿Cómo podrá usarla a su favor?
Siempre que venga un pensamiento malo, contrario a la Palabra de Dios, usted debe reprenderlo y sustituirlo por una Palabra de Él, por una Promesa de Él, hay gente que no lo hace y se debilita. Si usted usa esa Espada vence a cualquier enemigo. Satanás, “el más fuerte”, fue vencido por la Palabra. No es cuestión de fe, el tamaño de la fe no importa, lo que hace la diferencia es practicar la Palabra de Dios.
Dios le ha dado cada pieza de la armadura para poder luchar contra las fuerzas
espirituales del mal y estar fuerte en el día malo, pero para eso es imprescindible que Lo conozca y Lo obedezca. Yo leo, medito y escucho, pero no basta, tengo que aceptar y practicar. Usted tiene que hacer uso de la Palabra como nunca, no es solamente ponerse la Biblia debajo del brazo.
Observe que, cuando el Señor Jesús fue tentado, Él usó la Palabra para vencer:
“… Escrito está…” (Mateo 4:4)
entonces, use la espada del Espíritu, use la Palabra de Dios para defenderse de los ataques del diablo y para contratacar, mostrándole que en usted no hay lugar para la duda ni para la confusión. Diga: “yo soy elegido de Dios”, y, como elegido de Dios, usted hace uso y acepta la Palabra de Dios.
Dios lo puso en este mundo y le dio Su autoridad para que haga exactamente lo mismo que el Señor Jesús, vencer las tentaciones y permanecer firme haciendo la voluntad de Dios para conquistar su Salvación.
Yo acepto esta Palabra, ¿usted la acepta? Entonces, ¡usted es un elegido de Dios!
Obispo Júlio Freitas
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