Que un simple “gracias” le hace bien a quien lo dice y a quien lo oye, todo el mundo lo sabe. Solo que ahora la propia ciencia lo comprueba. Una investigación realizada por la Universidad del Estado de California (CSU, en la sigla en inglés), en los Estados Unidos, señala que los adolescentes que usan la gratitud en el día a día tienen más chances de felicidad a lo largo de la vida, así como menos riesgos de problemas en los estudios, en las relaciones y con los vicios.
“Ejercitar” la gratitud durante 4 años de la adolescencia causa “significativas mejorías en autoestima, felicidad, esperanza y actitudes positivas”, según Giacomo Bono, profesor de psicología de la CSU. Su investigación acompañó la evolución de la calidad de vida de estudiantes norteamericanos a lo largo de 4 años, con conclusiones muy interesantes, relacionando los datos de los alumnos más agradecidos:
– Ellos tienen 15% más convicción de que sus vidas tienen un significado (una dificultad generalmente constante en la adolescencia);
– Son 15% más satisfechos con sus vidas en varios aspectos (como familia, estudios, vecindad, amistades y autoestima);
– Son 17% más felices y con buenas perspectivas de vida;
– Tienen una caída del 13% de las emociones negativas;
– Presentan 15% menos síntomas depresivos.
Aunque los adolescentes no comiencen con mucha gratitud, hay ganancias si la ejercitan de manera creciente a lo largo de la adolescencia. “Ejercitan” es una palabra correcta, pues el hábito de agradecer a Dios y a los semejantes debe ser estimulado por la propia persona – y, claro, deben ser agradecimientos sinceros, y no por mera conveniencia. Bono señala, en los individuos que mejoraron su gratitud a lo largo de los 4 años de estudio, considerables reducciones en los niveles de: delincuencia, abuso de sustancias como alcohol y drogas, trampas en las pruebas (el popular “machete”) y faltas a clase.
Esas conclusiones surgieren que “la gratitud está intensamente relacionada a aspectos como cooperación, propósito de vida, creatividad y persistencia”, dice Bono, que considera que los jóvenes agradecidos ayudarán a otros, más tarde, pasándoles los valores de gratitud. “Esto puede ser lo que nuestra sociedad necesita para crear una generación lista para hacer la diferencia”, afirma.
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