Todo lo que sembramos en el Altar se multiplica. A ejemplo de Abraham, que colocó su hijo en el Altar y tuvo (tiene) su descendencia multiplicada por Dios.
“…y dijo: Por Mí Mismo he jurado, dice el SEÑOR, que por cuanto has hecho esto, y no Me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos.” Génesis 22:16-17
Hasta hoy Abraham cosecha los frutos de su sacrificio a través de cada persona que muere salva y es recibida por él, en su seno. Vea cómo Dios insiste en probarle cuánto valió la pena su sacrificio, y que Él (Dios) siempre cumple Sus promesas mucho más allá de los que podríamos imaginar y esperar.
Abraham esperaba y deseaba un hijo, apenas un hijo. Dios, sin embargo, le dio una verdadera multitud de hijos, no solamente en el tiempo en el que Abraham vivió en este mundo, sino ahora, en este exacto momento. Abraham continúa conociendo a sus hijos y los recibe antes que el Propio Dios.
¡Qué maravilla!
Los hijos de Abraham van hacia su seno, como un bebé que nace y enseguida es envuelto por el padre. Todos los días él recibe un hijo nuevo, y queda claro el motivo por el que Dios haya enfatizado que lo bendeciría enormemente.
Dios le dio a Abraham la honra de recibir a sus hijos en la fe, probándole Su fidelidad eterna.
“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.” Lucas 16:22-23
Abraham, por ser un ejemplo de fe y obediencia, cosecha los frutos de su sacrificio hasta hoy. Él recibe a sus hijos en la fe, que no paran de aumentar a cada instante en que un ser humano decide imitarlo, viviendo en obediencia, así como él vivió.
¡Ese es el poder de la fe sacrificial!
Colaboró: Pastor Jean Carturani