Silvia: “Al año y medio, mi hijo empezó a hincharse y no sabíamos qué tenía. Pasaron 15 días cuando los médicos dijeron que era síndrome nefrótico. Debía tomar 13 medicamentos por día. Era un infierno verlo así.
Recuerdo tener al nene en brazos cuando comenzó a sufrir un paro. Los médicos corrían y él se me iba. En ese momento le pedí a Dios que me ayude, no sabía cómo hacerlo, pero mi hijo volvió. Fueron cuatro las veces que estuvo a punto de morir y yo no podía ayudarlo.
No lograba vestirlo, pesaba el triple que un nene de su edad. A la mañana, los ojos del bebé estaban chiquitos por la retención de líquidos. Lo alimentábamos por sonda, esos seis meses fueron terribles. No había esperanza de que viviera.
Me peleaba con mi esposo, nos echábamos la culpa de lo que pasaba. Una de las doctoras se acercó y me dijo ‘mamá, si creés en Dios buscalo porque tu hijo no responde al tratamiento’. Tratarlo era carísimo y solo mi marido trabajaba, llegamos al límite.
Yo veía los testimonios del programa de la Universal. Mi hermana me invitó, me acerqué, hice propósitos, Campañas y votos con Dios que eran locuras. Primero entregué mi vida en el Altar y después la de mi familia.
El Señor me respondió, no solo recibí la sanidad de mi hijo, sino también encontré la felicidad. Mi matrimonio se restauró, hace dos años nos casamos en el Altar y estamos bien económicamente. La alegría más grande es ver a mi familia transformada”.
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