La tumba de uno de los personaje más importantes de la Biblia, David, queda en Jerusalén, en el Monte Sión, en la planta baja del edificio del Cenáculo, donde tuvo lugar la última cena de Jesús con sus apóstoles. Es muy cuestionada la presencia de la tumba del famoso rey en el lugar, pues la Biblia dice que él fue sepultado en la ciudad de David, o sugieren que fue en otra ciudad incierta. Algunos investigadores sostienen que fue en la Ciudad de David, cerca del Cenáculo, ya que allá también fueron sepultados otros reyes.
En realidad, el lugar bajo el Cenáculo fue instituido como un símbolo para el reposo de los restos mortales del monarca, pues no se sabe el verdadero y real paradero de los mismos. Por eso, la tumba recibe a peregrinos de distintos lugares del mundo, principalmente en la época del Shavuot (equivale en nuestro calendario a Pentecostés), que simboliza el aniversario de la muerte de David.
La edificación es bizantina, data del período medieval. En 1173, la cripta fue encontrada durante la reparación del lugar, a partir de entonces fue clasificada como la tumba de David. Fue colocado en el lugar un sarcófago de piedra, para recibir los restos mortales de quien fuera pastor de ovejas, guerrero, músico, salmista y rey.
Desde 1949, una tela azul marino cubre el ataúd, con textos en hebreo referido al Torá e imágenes como artefactos palaciegos (corona) e instrumentos musicales. Para protegerla, hay una plástico transparente que la recubre.
Al respecto de si es o no bajo el Cenáculo el lugar de la sepultura de uno de los más importantes gobernadores de la historia mundial, lo que hay que destacar es que es un lugar destinado a homenajear a alguien que, antes de ser un célebre rey, fue un simple hombre, un delgado pastor de ovejas que, por más que se volvió fuerte en muchos sentidos, fue ejemplo, por encima de todo, de fe. Y también que, entre aciertos y errores de conducta, pudo dar testimonio y dejar para la posteridad un ejemplo de cuán poderosa es la misericordia de Dios.