“Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.” (1 Tesalonicenses 5:6)
Muchos están dormidos. Preocupados por las cosas de este mundo, desvían su atención de lo que realmente es importante. Duermen el sueño de la ansiedad; duermen el sueño de las distracciones; duermen el sueño de la religiosidad; duermen el sueño de la comodidad. Duermen el sueño de la muerte.
Velad significa vigilar, mantenerse atento. No distraído. El vigilante sabe que en cualquier momento puede suceder algo importante. No quiere ser tomado por sorpresa. Ser sobrio significa ser moderado, equilibrado. Se usa mucho esta palabra en oposición al borracho. Muchos viven embriagados con la alegría temporaria de este mundo.
Sobriedad es equilibrio. De ese equilibrio depende nuestra salvación. El equilibrado no es emocionalmente descontrolado. Piensa, analiza. No se deja llevar por el corazón, por los dolores, por las dudas, por el enojo, por los chismes, por los celos. El sobrio, vigilante y despierto a veces traga sapos, para no ser distraído por ellos. Escoge no manchar su conciencia y, para eso, muchas veces tiene que dar la otra mejilla. Perdona, no porque la otra persona lo merezca, sino para mantenerse limpio delante de Dios. Mira con buenos ojos, no por ingenuidad, sino para mantener su corazón limpio delante de su Señor.
Perfectamente despiertos, atentos y razonando. Es así como el Espíritu Santo aconseja que vivamos, para no ser tomados por sorpresa cuando el Señor Jesús vuelva o cuando llegue la muerte.
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Manténgase sobrio y vigilante, para no dormir el sueño que lleva a la muerte espiritual.
Si usted quiere aprender más sobre este tema, participe de la Noche de la Salvación, que se realiza todos los miércoles en la Universal. Haga clic aquí para buscar la dirección de una iglesia más cercana a usted.
Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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