Elcana era un hombre que tenía dos mujeres. Penina y Ana, que era estéril (1Samuel 1:1-2).
Cada vez que Elcana adoraba y sacrificaba al Señor, traía regalos para sus hijos, pero a Ana le llevaba uno excelente, porque la amaba más. Sin embargo, a Penina le gustaba exhibirse con sus hijos y su posibilidad de darle más hijos a su marido, y eso entristecía a Ana (1 Samuel 1:3-7).
Además de soportar las provocaciones de Penina, Ana tampoco podía contar con la comprensión de su marido en cuanto a su fragilidad. En uno de los momentos más delicados, Elcana no tuvo cuidado al intentar darle ánimo, haciendo que Ana estuviera más triste aún. (1 Samuel 1:8)
Hasta que un día Ana oró y Le pidió a Dios un hijo e hizo un voto: si ella quedaba embarazada, le entregaría su hijo al sacerdote para servir al Señor (1 Samuel 1:9-11). Y fue lo que hizo. Después que nació y fue destetado, Samuel fue entregado al sacerdote Elí, y así él creció aprendiendo cómo servir al Señor.
Determinación de Ana y comprensión de Elcana
Ana fue una mujer determinada. Ella ya había pasado por varias situaciones difíciles con los ataques de su rival, con la falta de delicadeza de su marido y también por ser malinterpretada por el sacerdote en el momento en que oraba con mucha intensidad (1 Samuel 1:12-18).
A pesar de todo, fue determinada. Tenía certeza de lo que deseaba y tenía fe en que Dios concedería su pedido.
En el momento en que Samuel fue entregado al sacerdote, Elcana podría oponerse, ya que él era el padre del niño. Pero no lo hizo. El marido comprendió el voto que Ana le había hecho a Dios y, de cierta forma, también participó al estar de acuerdo con la entrega de su único hijo con ella.
Pareja unida en un propósito
Hay parejas que no son cómplices, compañeros. Cada uno se aísla en sus dificultades, deseos y entregas individuales a Dios. Pero eso no sucedía entre Ana y Elcana.
Se necesita la determinación de ambos para lograr objetivos, principalmente cuando estos tienen el fin de agradar a Dios. Es en esa caminata única que la comprensión de ambos debe ser aún mayor, pues cada uno posee sus propias características, con pensamientos y actitudes diferentes, pero deben volverse uno solo cuando hay un propósito.
Evalúe: ¿Hay comprensión y determinación en su pareja? ¿Uno entiende la decisión del otro, apoya, participa, o señala los errores, no se interesa ni está cerca?
Agradar a Dios debe ser un objetivo del matrimonio y ninguno puede dejar de lado el respeto por el otro.
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