Lorena Silva recuerda que su vida no tenía sentido, era una persona muy insegura, miedosa, nerviosa y depresiva. Estos problemas de índole espiritual condicionaban otras áreas de su vida, pues a pesar de tener una familia que la quería, una estabilidad económica y un compañero que la amaba, vivía alterada y pensando en terminar con su vida.
“Recuerdo que vivía sin ganas de nada, me acostaba y dormía mucho porque era muy tímida y no quería hablar de lo que me pasaba. Como tenía miedo a la noche no podía conciliar el sueño, me tapaba toda la cabeza porque en la oscuridad sentía la presencia de alguien que me miraba, eso me aterrorizaba. Era muy difícil dormir con ese miedo y cuando al fin lo lograba, tenía pesadillas, entonces optaba por dormir durante el día.
Pero los trastornos espirituales no eran esos solamente, también sentía que me perseguían y me clavaban un cuchillo por la espalda cuando andaba por la casa, eso me pasaba a la noche, no podía contárselo a nadie por miedo de que no me creyeran o se burlaran de mí. Al mantenerme en silencio llegué a estar tan mal que quise suicidarme tomando pastillas”, cuenta.
Tiempo después conoció a quien hoy es su esposo y pensó que al fin iba a ser feliz, ya no estaría sola, porque aun teniendo a sus padres que le brindaban lo mejor se sentía sola y vacía. Pero, la convivencia no fue como ella pensaba, sino un camino de amarguras y tormentos. “No nos entendíamos, había amor, pero también surgían muchas peleas, discusiones, maltrato verbal e infidelidades. Este sufrimiento me consumía, no lo soporté y volví a intentar terminar con mi vida. Fue muy duro, me sentía una inútil por no poder quedar embarazada, ya no esperaba nada de la vida, solo quería dormir y no despertarme. En ese estado llegué a la Universal.
Entré con desconfianza, pero me orientaron y me hablaron del Dios Vivo que cura y libera. Me costó creer, pero vi una diferencia después de participar de la reunión, ya el primer día pude dormir sin miedo. Me sentía tranquila en mi casa, entonces me di cuenta de que podía confiar en Dios, que había una esperanza para mí y para mi matrimonio, así que luché en las cadenas de oración por el cambio que necesitaba, obedecí la Palabra de Dios y fui libre del sufrimiento.
Hoy no tengo miedo, traumas ni quiero suicidarme, mi matrimonio cambió, ya no hay maltratos, peleas ni infidelidades y Dios me bendijo, finalmente pude quedar embarazada. Tengo unos hijos hermosos, toda mi vida cambió y pudimos formar la familia que tanto anhelamos”, afirma sonriendo acompañada de sus seres queridos.
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