Jorge tuvo una niñez traumática: “A los 7 años vi morir a mi papá, crecer con esa imagen fue muy duro”.
En su casa no tenían ni siquiera lo básico para sobrevivir: “Fue insoportable ver a mi familia llorando, pasando hambre y frío. Ese horror me angustiaba. Mi mamá hacía cosas y yo las salía a vender a la calle puerta a puerta”.
Jorge creyó que había hecho amigos, pero estaba emprendiendo un camino de autodestrucción: “Empecé en los vicios a los 15 años. Estaba rodeado de personas de la calle y si tomaban, lo hacía con ellos, los obedecía en todo”.
Con el tiempo, él perdió el control y los excesos lo fueron hundiendo: “Empecé a salir de fiesta y tomaba alcohol. Dejé la escuela, porque iba borracho y me quedaba dormido en el patio. Mi mamá lloraba por mí, pero yo quería quedar bien con mis amigos y hacía lo que fuera. Me despertaba los domingos a las tres de la tarde golpeado, cubierto de sangre y vómito”.
En el peor momento de su vida, encontró la solución en la Universal: “Durante mucho tiempo quise ser fuerte solo y no me salió. Tenía vecinos que iban a las reuniones de la Universal y me acerqué a ellos porque quería ayuda. Cuando empecé a ir creí y obedecí, aunque me costó. Gracias a Dios, dejé los vicios, pude retomar los estudios, en el trabajo me va bien y tengo mi propio emprendimiento”.
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