“Mis problemas empezaron cuando tenía 10 años, sufrí un abuso sexual, esa fue la raíz de mis problemas, aunque nunca lo dije. Yo no podía hablar de eso, nunca asumía lo que me había pasado. Yo había perdonado a mi abusador, pero no me perdonaba a mí misma. A partir de esa edad comencé a estar deprimida.
Crecí siendo rebelde, sentía que nunca iba a servir para nada, no me valoraba. Empecé a salir, a tomar para sacarme de encima la tristeza que llevaba. Tenía problemas con todo el mundo, los trataba despectivamente, aunque por dentro me sentía mal. Recuerdo que sufría porque los hombres de los que me enamoraba no querían saber nada conmigo.
A los 18 años me fui a vivir sola, hacía lo que quería, salía, fumaba, probé marihuana y buscaba compañía, pero eran relaciones que terminaban la misma noche que empezaban. Por un lado esperaba que siguieran, pero, por otro, no quería comprometerme. Hasta que conocí a mi esposo, me enamoré y quedé embarazada cuando tenía 20 años.
La mamá de mi esposo frecuentaba la casa de los espíritus y yo comencé a asistir también. En ese tiempo vivíamos de prestado, él tenía dos trabajos, pero la plata nunca alcanzaba. Seguíamos saliendo como si fuéramos solteros aunque ya teníamos tres hijos. Cada uno vivía por su lado, teníamos una relación abierta.
Con el paso del tiempo empezaron las agresiones verbales y físicas. Yo no soportaba estar en mi casa, estaba deprimida, no limpiaba, no hacía la comida, no me importaba nada. Ya no nos amábamos, no era un matrimonio, pero cuando estábamos lejos, nos extrañábamos. Viví 15 años así, un día agarré una mochila y me fui, dejé a mis hijos porque no tenía adonde llevarlos. Después no querían hablarme, no me respondían ni el teléfono.
Cuando me fui, me enfermé de anorexia. Quería desaparecer, empecé a dejar de comer, pesaba 43 kilos y fumaba 2 atados de cigarrillos por día.
Soy abogada, pero no ejercía. Como no tenía trabajo, empecé a buscar ayuda en la casa de los espíritus. Recuerdo que no comía, no dormía, tenía trastornos de ansiedad y una relación con un hombre casado que se había vuelto una obsesión. Estuve cinco años con la mente bloqueada.
Escuchaba una voz que me decía “no le importás a nadie, van a pasar varios días y van a encontrar tu cadáver”. Así fue que mirando la televisión vi el testimonio de una persona que decía que vaya y que pruebe, pero pasaron tres meses y seguía igual solo salía para comprar cigarrillos.
Tenía insomnio, escuchaba voces, tenía deseos de suicidio, me enfermé de cáncer y con el virus HPV. Dejaba de comer, porque decía que cuando me vieran en el hospital me iban a valorar. Un día llegué a la Universal, no paraba de llorar, ese día salí distinta.
A las dos semanas dejé de fumar, tenía una deuda en la tarjeta de crédito y pude saldarla. Conseguí un mejor trabajo, fui curada y salí de la depresión, después descubrí que me gustaba la docencia y estudié.
En la vida sentimental seguía igual, hasta que me di cuenta de que me tenía que olvidar de ese hombre casado. Luché más de tres años, hasta que abrí mi corazón. Cuando mi interior fue transformado, conocí a un hombre de Dios, me casé y estoy estudiando para ser jueza.
Puedo afirmar que superé todo gracias a la Hoguera Santa, hasta dejé los vicios. Mi hija se vino a vivir conmigo, mi relación con mis hijos se restauró. Hoy cambió todo, tengo casa, un auto 0 km y una familia feliz”.
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