Débora soñaba con ser madre, pero no podía alcanzar su gran anhelo:
“No podía ser madre, algo que para toda mujer es natural, era muy frustrante.
Los médicos descubrieron que tenía hipoplasia y una incontinencia del cuello uterino. A eso había que sumarle una trombofilia, debían aplicarme anticoagulantes. También tenía ataques de pánico.
Si bien concebía, mis embarazos no llegaban a término. Tuve un primer embarazo y llegué a las 21 semanas. El segundo llegó a las 24 semanas. Fue muy difícil, no quería vivir.
Además, venía de una familia numerosa, mi mamá tenía nueve hijos. Había tratamientos, pero no me garantizaban nada. cuando festejábamos el día de la madre me ponía muy triste, me quería suicidar. Mi familia había sacado todos los cuchillos de casa por miedo a que me lastimara.
Hasta que le pedí a mi esposo que me llevara a la Universal porque lo necesitaba. Empecé a ir y vi que no me tenían lástima, que se preocupaban por mí. Aquel día el pastor me orientó a que le hiciera caso al médico, pero que también usara la fe.
Finalmente pude quedar embarazada y nació mi hijo. El médico se sorprendió, dijo que lo debería haber perdido, porque el cerclaje cervical estaba cortado hacía mucho.
Fue un milagro, ellos no podían creer lo que había pasado. Me dijeron que mi hijo no iba a escuchar ni caminar por haber nacido prematuro.
Pero nada de eso fue así. Mi nene está perfectamente sano. Además, Dios me bendijo y ahora tengo dos hijos más”.
La Iglesia Universal del Reino de Dios aclara que todos los conceptos emitidos en este periódico, como en su programación radial y televisiva, en modo alguno deben ser interpretados en desmedro de la medicina, ni de quienes la practican. NO DEJE DE CONSULTAR A SU MÉDICO.
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