Andrea creció con la ausencia de sus padres, lo que le generó un vacío y la necesidad de llenarlo a toda costa. Fue así como aparecieron los vicios y el desamor. A continuación, cuenta lo que vivió y cómo escribió una nueva historia.
“Ya en mi infancia y adolescencia era una persona carente. Mi mamá tuvo que trabajar mucho, entonces fui creciendo con su ausencia. Eso generó en mí un vacío enorme. Veía que todos tenían a sus padres presentes, pero yo no los tenía. Así, comencé a tener un odio hacia mi mamá.
Para llenar el vacío que sentía, me involucré con la noche, tomaba muchísimo, fumaba, no había fin de semana en el que no saliera a tomar. Buscaba refugiarme en las personas y en los vicios.
Un día no aguanté más y quise quitarme la vida, porque veía que nada de lo que hacía me llenaba. En ese momento, un familiar me invitó a la Iglesia Universal y yo hice un desafío con Dios. Le dije: ‘Si al llegar a Tu Casa mi vida no cambia, yo de verdad me mato’. Y, al contrario, Dios me ayudó a escribir una nueva historia.
Después de la primera reunión a la que fui, noté que desapareció la tristeza. Empecé a usar mi fe y a obedecer lo que me enseñaban. Aunque no fue fácil cambiar, yo estaba decidida a hacer todo diferente. Hice el tratamiento de Los Vicios tienen Cura y pude dejar atrás las adicciones que tenía. Así, encontré la felicidad y la paz que solo Dios da. Me fui liberando de los malos pensamientos, logré perdonar y me bauticé en las aguas. Busqué el Espíritu Santo y, al recibirlo, todo en mi interior cambió. En lugar de odiar a mi mamá, pasé a amarla y a compartir tiempo con ella.
Hoy puedo ver que Dios hizo todo nuevo en mi vida y soy feliz de verdad”.
Ella asiste a la Iglesia Universal ubicada en Av. Sáenz 864, Pompeya, CABA.
Para ponerles fin a los vicios, iniciá el tratamiento gratuito, el domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070 – Almagro.
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