¡Buen día, obispo!
Estaba acompañando la entrega de las medallas en algunas disciplinas de las Olimpiadas.
Cuando la persona recibe la medalla de oro y el himno de su país es ejecutado, algunos atletas lloran de emoción.
Pienso que en ese instante el medallista recuerda todas las luchas, las barreras, las dificultades, los entrenamientos, el empeño y el sacrificio que hizo para llegar hasta allí y ser homenajeado con la medalla.
Me imaginé entonces cómo será extremadamente sublime y glorioso cuando recibamos la corona de la vida.
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.” 1 Corintios 9:24-25
Valen la pena todas las pruebas y todos los sacrificios para que nos mantengamos firmes hasta el fin y conquistemos la vida eterna.
“Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida.” Apocalipsis 2:10
Colaboró: Obispo Eduardo Bravo