María Isabel creyó que ya no había solución para sus problemas:
“Estaba enferma, el diagnóstico era prolapso, sufría mucho. Como si fuera poco, mi marido tenía depresión, estaba medicado y no podía trabajar.
Me hacía mal verlo siempre igual, tirado en la cama, diciéndome que no quería vivir.
Yo tenía que asistir a mi esposo para todo, hasta el agua para bañarlo le ponía. Se bañaba y volvía a acostarse. Lo llevé a muchos lugares, pero nunca pudieron ayudarlo. No sabía qué hacer y las cosas se complicaban cada día más.
Además, una de mis hija tenía quistes en los ovarios,” comenta.
Cuando todo parecía perdido, María Isabel llegó a la Universal y través de la fe todo cambió: “Empecé en la Universal gracias a que mi esposo escuchó un programa en la radio. Llegamos a la iglesia con mi hija y ese día salió sanada, como si no hubiera tenido nada”, relata.
En cambio, a ella le tomó tiempo obtener la respuesta de Dios: “Hoy en día estamos muy bien gracias al señor.
Él salió de la depresión, trabaja y hace cosas que antes no hacía. Por mi parte me curé del prolapso. Tenemos una nueva vida en la presencia de Dios”, finaliza.
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