¡Hola, señora Josi!
Mi nombre es Daiana, tengo 35 años y soy obrera. Viendo el video de Obispo Macedo y el programa “Entrelineas con la familia Boccoli”, sucedió un verdadero HAYA LUZ en mi vida.
Me casé joven, a los 21 años. Mi esposo era muy buenmozo y, en ese momento, un promisorio ingeniero, miembro de la iglesia. En 10 años de matrimonio, solo pensamos en nuestra vida económica. Trabajamos y estudiamos mucho con el objetivo de realizar nuestros sueños personales.
Conquistamos muchas cosas, pero el DÍA MALO llegó. En enero de 2019 murió mi suegra y mi cuñada comenzó a tener problemas mentales. En noviembre de 2019, mi madre también falleció. Fue entonces cuando mi marido empezó a culparse mucho por todo lo que estaba pasando. Él siempre fue una persona nerviosa, que explotaba, a veces, incluso rompiendo cosas en la casa. Pero yo pensaba que eso “era normal”, “cosa de hombre”, y que todo pasaría.
Fue entonces cuando, en marzo de 2020, con el estallido de la pandemia y el cierre en nuestra ciudad, él empeoró mucho. Creo que el hecho de estar preso dentro de casa reactivó en él algo que hacía en la infancia, pues cuando algo se le salía de control en casa o en el trabajo, se tiraba al suelo, golpeándose o golpeando su cabeza contra la pared, y comenzaba a lastimarse. Yo siempre me arrojaba frente a él para impedirlo. Eran crisis horribles, cada vez más constantes. Cuando pasaba eso, él quedaba exhausto y dormía, decía que solo estaba nervioso, que no era gran cosa.
Llegué a pensar que mi esposo estaba endemoniado, y que necesitaba ayuda espiritual, pero él no la quería. En mayo de 2021, contrajimos Covid. Él quedó muy mal psicológica y físicamente, fue internado y permaneció intubado en el hospital durante 15 días y falleció a los 42 años.
Tras el testimonio de la familia Boccoli, ahora creo que mi esposo en realidad tenía un leve grado de autismo. Era introvertido, pero altamente inteligente, la persona más inteligente que conocí en la vida. Aprendió 5 idiomas por sí mismo, era ingeniero electricista con una maestría de una universidad federal, y estaba estudiando para ser diplomático.
En 15 años de convivencia con mi esposo, aprendí LA FUERZA DE LA PALABRA. Aun sin entender completamente lo que estaba pasando, comencé a prestar mucha atención a todo lo que le “prometía”, porque si algo no se cumplía, se activaba en él esa “crisis de nerviosismo”.
Hoy puedo decir que me convertí en una “Autista de la Fe”, y de la misma manera en la que Dios cumplirá todas Sus promesas para mi vida, yo también cumpliré todo lo que una vez Le prometí a Dios.
Agradezco mucho a Dios por la vida de ustedes y por haberme mostrado, a través de este testimonio, lo que estaba sucediendo en mi vida todo este tiempo, y de lo que yo no me había dado cuenta.
Me he sumergido de cabeza en mi comunión con Dios y en mi servicio a la Obra de Dios. Cada día, Dios me ha mostrado Su amor, cariño y misericordia. Dios no me ha dejado huérfana, y nunca ha dejado que me falte nada, pues me he lanzado todos los días a Sus pies.
Tengo la certeza de que mi esposo fue salvo, y de que Dios me está dando una segunda oportunidad para hacer todo diferente en mi vida.
¡Que Dios continúe bendiciéndola a usted y a su familia cada día más!