Ser joven y estar llena de vida puede ser una trampa. Yo, por ejemplo, creía que tenía todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiera, ser quien deseara ser y disfrutar todo lo que pudiera. Disfrutar del misterioso futuro que parecía una aventura y mucho más. Pero toda esa aparente fuerza y esperanza, ocasionalmente, me debilitaban. A veces, me sentía terriblemente solitaria y no tenía ni el más mínimo deseo de salir de mi cuarto.
Mi familia tenía la impresión de que todo estaba bajo control. Mis deseos parecían ser los correctos, pero solo Dios sabía lo que estaba pasando en mi corazón. Nadie parecía ser consciente de mis luchas, para librarme de todas aquellas indeseables ideas que se habían alojado en mi mente. Me iba bien en la escuela y no me juntaba con grupos equivocados; pero en mi mente… sí. Quería ser como ellos, tener lo que tenían, toda la alegría que decían tener cuando salían las noches de viernes. En lo más íntimo de mi ser, también quería ese estilo de vida y, aunque sabía que estaba mal, pensaba que tenía derecho a disfrutar mi juventud de la misma manera que todos los demás jóvenes. Las luces del mundo eran intensamente fascinantes a mis ojos y quería formar parte de todo eso.
Solo después de tener un encuentro con Dios, noté, finalmente, que todas esas luces brillando no eran tan fascinantes como aparentaban. Comencé a ver el mundo como realmente es: vacío. Los videos musicales ya no me atraían; las bellas actrices no eran tan encantadoras; la música ya no era el aire que respiraba. Parecía que me había mudado a otro universo. El mundo loco del cual formaba parte dejó de tener sentido para mí. Las personas que me habían conocido en el pasado me veían como una fanática, ya que los placeres de este mundo habían dejado de ser interesantes. De repente, mi walkman no tenía más sentido. Me acostaba o simplemente dormía. Ya no me quedaba escuchando música hasta que amaneciera. Era joven y, aun así, diferente a todos los demás jóvenes. Ellos me criticaban y en retribución, oraba por ellos.
Hoy, ya pasaron muchos años y ya no soy una adolescente, pero veo jóvenes por todos lados, viviendo de la misma forma que vivía yo, movidos por la música y por la moda. Tienen la misma visión sobre la vida que solía tener yo – disfrutar mientras eres joven y estés lleno de vida. Ellos ni siquiera se dan cuentan de que todo ese “disfrute” puede acarrear consecuencias terribles y llenas de tristeza.
Fui bendecida por haber encontrado a Dios antes de cometer cualquier clase de gran equivocación en mi vida; no fue porque fui suertuda, sino porque oí la voz de Dios cuando habló conmigo. Dios habla en todas las reuniones de la iglesia, en cada canción, e incluso a través de las experiencias de otras personas. Si usted quiere también puede oírlo. ¡Solo vigile para que mañana no sea demasiado tarde!
(*) Extracto del libro “Mejor que Comprar Zapatos”, de Cristiane Cardoso.
[related_posts limit=”4″]