David, el autor del Salmo 23, tenía experiencia en cuidar rebaños, pues, desde muy joven, cuidaba de las ovejas de su padre. Pero lo que aquel joven no sabía en aquel momento es que mientras él diligentemente cuidaba a aquellos animales, Dios amorosamente cuidaba de su vida, y lo hizo durante toda su existencia. En la madurez, el rey David pudo entender el trabajo del Altísimo como Pastor. (…) Tengo mucho aprecio por este salmo (¡y quien no lo tiene, rs!), Por eso tuve el deseo de describir un poquito de mis experiencias con Dios por medio de él.
“El Señor es mi pastor, nada me faltará.”
Porque el Señor es mi Pastor, y yo soy Su oveja, Él gobierna mi vida, o sea, el cielo está al control de todo. Tengo el placer de seguir la voz de mi Dios, y Él tiene satisfacción en alimentarme, guardarme y salvarme.
Además, encuentro provisión, descanso y fortalecimiento en medio de las luchas, de modo que nada de lo que necesito me falta.
“En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce.“
Quién puede descansar seguro si viene sólo de Dios el poder de la preservación de la vida, ¿no es así?
Pero, porque Él es mi Pastor, me mantengo de pie en su presencia. El Dueño del Cielo y de la Tierra domina sobre todo y sobre todos, por eso Él me protege de los peligros y es capaz de transformar la tierra más seca en jardín. Mientras el mundo padece extenuante en el calor de las adversidades, las ovejas del Buen Pastor “descansan” en verdes pastos. Entonces, ni en el peor desierto dejé de ser sostenida y saciada por Él.
Dios todavía me lleva a las aguas tranquilas, es decir, incluso en medio de las turbulencias de la vida, yo disfruto de paz sin igual. Los problemas no pueden perturbar mi sueño. Pues, ¿qué pueden hacer lobos feroces a las ovejas que están dentro del Aprisco de Él?
“El restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su nombre.”
Dios renueva mis fuerzas todos los días, por lo que mi ánimo no se agota. En aquellos momentos en los que todo coopera para que me quede triste y abatida, viene enseguida mi Pastor y restaura mi vigor. Así, aquellos que quieren ver mi caída nunca verán en mí desvanecimiento.
Dios me muestra siempre su camino recto y, si por casualidad, mi alma se aleja de Él tras las vanidades, Él me trae de vuelta para que su nombre sea honrado a través de mí.
“Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento.”
Incluso cuando mi Pastor permita que viva la noche más oscura de mi vida, expuesta a la vergüenza, a las trampas, a los dolores y a las decepciones, no tendré miedo alguno, porque Él estará a cada instante conmigo. Yo aprendí que quien tiene a Dios consigo tiene el mayor Aliado, entonces, no necesita temer nada. Su vara y tu cayado cuidan de mí. Dios los usa para rescatarme, disciplinarme y espantar a aquellos que me quieren hacerme mal. ¿Cómo no estaré protegida?
“Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos; has ungido mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.”
Dios me deja vivir rodeada de enemigos. Muchas veces, estoy afrontada por ellos, pero eso no significa vergüenza final. En su infinita justicia y misericordia, mi Pastor se convierte en un anfitrión generoso que no sólo me sirve un banquete de victorias, sino que lo hace para que mis adversarios presencien su favor para conmigo y nada puedan hacer para impedirlo. Soy su amiga, su invitada de honor, por eso mi cabeza es ungida con el aceite de su Espíritu y mi copa desborda de alegría.
“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días.“
En cada paso que di en mi vida, Dios siempre ha sido bueno conmigo. Su misericordia me rodeó por todos lados, por eso no me perdí y, día a día, contemplo su fidelidad.