A Rocío Olivera le tocó vivir desde muy chica situaciones traumáticas: “Había perdido a mi papá cuando tenía cuatro años y eso generó que no me relacionara mucho con las personas. Con mi familia no me llevaba muy bien, discutíamos mucho. Hubo un tiempo en que no teníamos ni para comer. A los 14 años sufrí un abuso, a raíz de eso empezaron los problemas en mi vida y me volví una chica acomplejada. Pensé que nunca iba a poder superar ese trauma”.
Un mundo de sufrimiento y desesperación
Los problemas la condujeron hacia un abismo, haciendo que perdiera las ganas de vivir: “Empecé a salir y a juntarme con personas que no me traían ningún beneficio. Creía que nunca iba a poder llenar el vacío que sentía. Tuve un fracaso amoroso y caí en depresión. De día era una persona alegre, pero llegaba la noche y lo único que hacía era llorar hasta quedarme dormida. Yo quería salir de esa situación, pero no sabía cómo. A veces no podía dormir porque sufría con pesadillas, veía cosas en mi casa y escuchaba voces que me llamaban. Tenía muchos pensamientos de suicidio. En una oportunidad, agarré todas las pastillas que tenía en mi casa e intenté matarme ingiriéndolas, en ese momento no me funcionó, todo lo que tomé no me hizo nada. Luego comencé a probar con la automutilación. Me empecé a cortar porque me sentía muy triste, quería sacar de alguna forma el dolor que yo sentía, pero fue peor, el dolor aumentó. Después se me hizo una costumbre, y cada vez que pasaba por un momento difícil, me cortaba. Al lastimarme me desquitaba conmigo misma, me sentía culpable por lo que me había pasado. Ya no que quería vivir más”.
Encontrando la felicidad
“Yo conocía la Iglesia, pero me había apartado. Una amiga me invitaba hasta que un día decidí volver. Empecé a participar de las reuniones y logré liberarme, gracias a Dios pude superar el abuso y el odio que sentía hacia la persona que me lastimó, todo el dolor desapareció. No me fue fácil, pero con perseverancia lo conseguí. La relación con mi familia también cambió, hoy podemos hablar sin discutir. Soy una persona completamente diferente y feliz, tengo paz y ya no necesito automutilarme. Dios transformó mi vida, Él es todo para mí, Le estoy muy agradecida”.
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