Toda mujer sabia es de Dios, ya que su sabiduría viene del Señor de la Sabiduría.
Y toda mujer sabia edifica su casa fundamentada en la Palabra de Dios. Sin embargo, la necia la derriba con sus propias manos (Proverbios 14:1).
Muchas mujeres creen que lo que hará la diferencia en sus vidas será el grado de instrucción que posean, su apariencia o el éxito profesional, pero todas esas cosas son vulnerables. Lo que realmente hace la diferencia en la vida de una mujer es la sabiduría que posee. Pero vea que sabiduría e inteligencia son cosas diferentes. Sabiduría es saber mantener sus emociones bajo control, para tomar las mejores decisiones en beneficio propio y de los demás.
La mujer sabia es igual al hombre prudente que edifica su casa sobre la roca. Es sabia porque sabe que la edificación de una casa depende de fundamentos, cimientos o estructuras capaces de soportar todo el peso del edificio. A causa de eso, se preocupa más por la estructura que por la estética.
Pero la mujer necia es como el hombre insensato que busca resultados rápidos. Por eso edifica su casa sobre la arena (Mateo 7:24). La mujer sabia es sabia a causa de sus actitudes sabias; es sabia porque no actúa de acuerdo con el corazón; es sabia porque sabe que su corazón es engañador; y, a causa de eso, no se puede confiar de ninguna manera; es sabia porque piensa, pesa, medita, hace las cuentas, en fin, usa la inteligencia según la Palabra de Dios, lo que la hace astuta al punto de no andar según los impulsos del corazón engañador. Su sabiduría bloquea las decisiones precipitadas; es sabia porque cree en la Palabra que no puede fallar; cree porque confía y espera en el Espíritu de la Palabra de Dios; es sabia porque sabe que “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espera, porque sin duda vendrá, no tardará”, (Habacuc 2:3).
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