Durante esta semana, publicaremos fragmentos del libro “Mujer V” de Cristiane Cardoso, para que sirva de reflexión
Es como nave de mercader; Trae su pan de lejos.
(Proverbios 31:14)
La Mujer V de Proverbios 31 vivía en una época en la cual no había supermercados, lavarropas, transporte o tiendas. Tal vez te preguntes cómo hacía para hacer de todo con tan pocos recursos.
Pero, así como nosotras vivimos tantos años sin teléfono celular y sobrevivimos, ella también encontró una forma.
Nosotras aprendemos a vivir con lo que tenemos. Es una de las buenas cosas de la vida. Todos los animales aprenden a vivir en su hábitat natural. Pero cuando ese ambiente es amenazado, la vida también… pero no para la Mujer V.
Este versículo deja bien claro que su ciudad de origen no daba todo lo que necesitaba; de lo contrario, ella no tendría que viajar tan lejos en búsqueda de alimento… una de las necesidades básicas del ser humano.
Ella tenía una familia que cuidar y tenía que encontrar una manera de hacerlo.
Generalmente, las personas pierden tiempo quejándose por las cosas que no tienen en vez de encontrar una manera de conseguirlas. Ya perdí la cuenta de cuántas veces escuché decir, “yo no tengo marido y me estoy poniendo vieja, me siento muy sola…” o “estoy desempleada y por eso no puedo tener nada…”.
¿Todavía no tienes marido? Invierte en tu relación con Dios, haz de Él tu marido y entonces encontrarás una manera de vencer la soledad y los problemas de edad de una vez por todas. Más allá de eso, estarás invirtiendo en Aquel que puede darte un compañero para toda la vida.
¿Aún no tienes trabajo? Comienza a hacer algo para ganar dinero. Una amiga mía necesitaba recaudar mil dólares en dos semanas. Entonces, compró unas cajas de chocolate, fue de puerta en puerta en un barrio de clase media y consiguió recaudar todo vendiendo durante 2 horas por día, 5 días de la semana.
Muchas aman la comodidad, un lugar donde se sienten en casa, sin preocupaciones… apenas un saco y pantuflas. Dejan que la vida les diga adonde ir, y por eso, no llegan a ningún lado. La Mujer V es quien decide dónde va. Ella siempre encuentra una forma de llegar.
Cuando somos incapaces, Él nos capacita.
Yo me casé a los 17 años de edad. La mayoría de las personas que conocía, excepto mi familia (por increíble que parezca), pensaba que yo era demasiado joven e inmadura para asumir una responsabilidad tan grande. Tal vez yo era muy joven e inmadura, pero había algo que no permitiría que eso se transformara en un problema. Yo tenía una fe activa y una relación íntima con Dios. No podía salir mal.
Yo aún era muy inexperta y un tanto insegura. Dios me tuvo que hacer pasar por innumerables situaciones diferentes a fin de moldearme, de hacerme la persona que soy hoy (y aún estoy siendo moldeada a medida que escribo este libro).
No soy muy buena para guardar recuerdos, pero algunos están en mi corazón. Uno de ellos era aquel deseo enorme de hacer la diferencia en el mundo. Yo no sabía cómo; en realidad, yo no tenía nada más que mi fe para ayudarme. Yo era una joven muy tímida; me ponía colorada si más de una persona me miraba al mismo tiempo. No podía hablar en público; tragaba seco y hacía el papel de boba todas las veces que lo intentaba.
Entonces, allí estaba yo, con ese gran deseo en mi corazón y ese gran impedimento. Oré por eso. ¿Ya te sucedió que oras, pero en realidad sabes que tu oración es necia? Yo oraba para que Dios me usase, pero me rehusaba a abrir la boca para hablar con alguien.
Luego comprendí que no estaba ayudando ni un poco a Dios, yo tenía que encontrar una manera de dejar que Él me usase. Él dijo: “Yo soy El Señor tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; abre tu boca, y yo la llenaré.”, (Salmos 81:10).
En otras palabras: Yo sé quién eres y sé que no eres capaz; pero si solamente abrieres tu boca, Yo te daré las habilidades que te faltan.
Y, basada en aquella palabra, comencé a abrir mi boca. Yo me ponía colorada, mis ojos se llenaban de lágrimas, yo era avergonzada y ridiculizada delante de las personas (sólo una observación: creo que nadie debería reírse de la debilidad de las otras personas). No fue nada fácil, tuve que oponerme a aquella persona tímida que era…
Cuando todo a tu alrededor te dice “no” es que tienes que encontrar una salida. Es fácil encontrarla cuando todo te favorece. En realidad, no estás encontrando una manera, estás siendo llevada por la marea. Pero todas nosotras sabemos que no siempre la marea de la vida va en la dirección correcta… nosotras tenemos que crear nuestra propia corriente, tenemos que encontrar otro camino, cavar nuestra salida de las prisiones personales.
¿Cuántas mujeres que tienen independencia profesional y financiera son prisioneras de sus propias luchas sentimentales? ¿De qué sirve tanto dinero o posición social? Todo lo que te tiene prisionera debe ser encarado como una oportunidad de encontrar una salida.
Eventualmente, a medida que comencé a hablar en público (aun poniéndome colorada de vez en vez), me fui acostumbrando y Dios encontró una manera de responder mi oración.
Primero encontré una forma; y, entonces, Dios encontró la Suya. Todo milagro y toda oración respondida comienza en nosotras.
Abusada y despreciada
Abusada y despreciada Tamar era una de esas mujeres, aunque la Biblia no dé muchos detalles sobre ella, a no ser en Génesis 38. Ella fue dada en casamiento a un hombre llamado Er, uno de los hijos de Judá. En aquel tiempo, las mujeres raramente tenían la oportunidad de escoger sus propios maridos y Tamar tuvo la infelicidad de casarse con un hombre muy malo. Er era un hombre tan malo que Dios tuvo que quitarle la vida cuando era aún joven (la propia Biblia dice eso), dejando a Tamar viuda y sin hijos.
En aquella época, las viudas eran vistas como un fardo. Si tenían cuñados, mantenían un hilo de esperanza de ser amparadas. Según la tradición, el hermano mayor de aquel que había fallecido debería casarse con la viuda y tener hijos con ella para que su hermano fallecido pudiese tener descendientes.
Onán, el hermano de Er, fue entonces obligado a casarse con Tamar y cuidar de ella como marido. Y si ella se embarazaba, el hijo pertenecería a la descendencia de Er. Onán era tan malo como Er, por eso, no quiso darle un heredero a su hermano; pero aun así, a él le gustaba la idea de acostarse con Tamar, siempre teniendo cuidado para no dejarla embarazada.
Así como Er, Onán tampoco amaba a Tamar. Una vez más ella se sentía usada y peor aún, usada por hombres que supuestamente tenían fe en Dios. Onán también murió joven. Dios vio la situación de Tamar de la misma forma en la que Él ve a todas las mujeres explotadas. Siempre que estuvieres en una situación vulnerable entiende lo siguiente, o mejor, guarda esto en tu corazón: Tienes a Dios para juzgar tu causa.
Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu. (Salmos 34:18)
El único hermano de Er que había quedado era Sela, el hijo más joven de Judá. Es obvio que, a esa altura, las personas ya habían comenzado a culpar a Tamar por las dos muertes consecutivas. Las personas raramente se atienen a los hechos, ellas sólo saben sacar conclusiones apresuradas. Tamar ahora era conocida como la viuda negra de la ciudad: ¡cásate con ella y ciertamente morirás!
Judá, con miedo de perder a Sela (el hijo menor que le había quedado), se disculpó diciéndole que él aun era demasiado joven para casarse, y que ella podría esperar en la casa de sus padres hasta que Sela tuviese edad suficiente… Pobre mujer, engañada por los dos maridos y ahora también por el suegro.
Pero, como toda Mujer V, Tamar no desistió. En realidad, ella no actuó con mala fe. Estoy segura de que toda su familia se enojó por la forma en la que la trataron Judá y los suyos. Fue excluida, humillada y engañada por aquellos que deberían haberla cuidado.
Entonces, en vez de llorar día y noche por lo injusta que estaba siendo la vida, Tamar encontró una manera de conseguir aquello que le pertenecía por derecho: su propia familia.
Mucho tiempo después, luego de la muerte de la mujer de Judá, Tamar tomó coraje y comenzó a armar un plan para asegurar su propio futuro.
Ella supo que Judá estaba por emprender un viaje y que él iría por la misma ruta de siempre. Ella se quitó su vestido de viuda, se disfrazó de prostituta y esperó a que Judá pasase por aquel camino. Ella probablemente no le contó a nadie, porque si lo hubiera hecho, hubiera sido apedreada hasta la muerte… ¿Quién la entendería? A esa altura, solamente Dios. Cada vez que necesitamos hacer algo drástico para salir de una situación, Dios entiende. Él sabía que ella no estaba siendo una prostituta de verdad, sólo estaba usando aquel disfraz para tomar posesión de lo que le pertenecía: un descendiente del linaje de Judá (del linaje de Israel).
Judá cayó en su trampa y como garantía del pago por sus servicios, él le dio su sello, su collar y su cayado, comprometiéndose a pagarle tan pronto volviese a su casa. Él honró su palabra enviándole el pago, pero ella ya no estaba más allá. Ya se había ido.
Tres meses después, la noticia del embarazo de Tamar sorprendió a todos, y cuando Judá supo la novedad, dio órdenes para que ella fuese traída y quemada hasta la muerte por el crimen que había cometido contra sus hijos y su familia (como si ellos hubiesen sido buenos con ella). Cuán irritante es ver personas siendo tan “correctas” con algunas cosas y tan despreocupadas con otras. O somos justas o no lo somos. Él se había acostado con una prostituta tres meses antes, y para él estaba todo bien. Pero, su nuera, que tenía derecho a darle un heredero, apareció embarazada y de repente, pasó a ser el diablo en persona. Una actitud bien típica de personas religiosas.
Felizmente, Dios le había dado sabiduría a Tamar para ser precavida. Siendo así, ella rápidamente le mostró el sello, el collar y el cayado que había recibido como garantía de pago, lo que lo dejó bastante avergonzado.
Ella dio a luz a gemelos, que pertenecieron al linaje del Señor Jesús, juntamente con otros grandes hombres y mujeres de fe, ¡un cambio bastante radical para una viuda rechazada!
La actitud de Tamar no era vista como fornicación, promiscuidad o adulterio. Se trataba de una importante costumbre de los judíos; un derecho garantizado por la ley de Dios.
Entonces Judá los reconoció, y dijo: Más justa es ella que yo, por cuanto no la he dado a Sela mi hijo. Y nunca más la conoció. (Génesis 38:26)
¿Qué haría la mayoría de las mujeres en su lugar? Se quitaría la ropa de viuda y guardaría todas las tristezas del pasado, derramando sus frustraciones en la siguiente relación, exactamente como hacen las mujeres que levantan la bandera que dice “todos los hombres son iguales”.
¿Qué consecuencias trae eso y adónde lleva? Como máximo, a la incapacidad de encontrar una buena relación.
Otra característica de Tamar fue permanecer fiel a la familia de Judá, más allá de que ellos no lo merecieran. Tal vez ella estuviese siendo fiel a Dios; es mucho más fácil hacer las cosas para Dios que para los hombres, pues Él siempre nos honra y nunca queda debiéndonos nada.
Muchas mujeres ya transformaron a sus maridos incrédulos en hombres de fe por esa actitud. Algunas se sometieron a sus maridos alcohólicos y viciosos como si lo estuviesen haciendo a Dios; y sus actitudes revelaron tanto amor que sus maridos sintieron remordimiento por el trato que les estaban dando y cambiaron.
¿Qué problemas no has podido resolver?
Piensa en diferentes formas de librarte de ellos y, sea cual fuere tu idea, ponla en práctica de forma consistente. El primer intento generalmente no funciona.