Tabita, o Dorcas, como fue conocida, era una mujer siempre dispuesta a ayudar a las demás personas (Hechos 9:36). Si usted tuviese hoy a Dorcas como su vecina, por ejemplo, ella tendría placer en estar con sus hijos o haría ese pastel calentito para merendar en su compañía.
Sin embargo, aún siendo un ejemplo de buena disposición, era humana y, cierto día, murió (Hechos 9:37). Como Pedro estaba en una ciudad cercana de allí, mandaron a llamarlo. El apóstol, llegando, pidió quedarse solo en el lugar donde estaba el cuerpo de Dorcas. Él se puso de rodillas, oró y clamó al Señor para que ella viviera. Y fue lo que sucedió, Dorcas resucitó (Hechos 9:40-41). A partir de ese momento, se convirtió en una prueba viva del poder de Dios.
El testimonio de Dorcas comenzó con sus ayudas. Era una persona abierta a amar al prójimo, haciendo de todo para agradar. No tenía límites humanos, lo que le importaba era estar cerca y auxiliar. Y, por este motivo, se hizo una persona inolvidable (Hechos 9:39).
Buen testimonio
Dorcas estuvo presente en la vida de otras personas, de esta forma, dio un buen testimonio de sierva de Dios. Era una mujer que le daba valor al ser humano, en un mundo tan difícil.
Y cómo necesitamos personas como ella hoy en día. Que ayuden sin hacer preguntas, dispuestas a gastar su tiempo, aunque sea para ofrecer un plato de comida, un vaso de agua y, más que eso, orar, la mayor de todas las ayudas.
El mundo está sediento de “Dorcas”. ¿Usted está dispuesto a ser así? Esta es su oportunidad de marcar la vida de otras personas con solo un gesto de amor, un consejo, una experiencia a ser contada, una actitud que puede ser pequeña para usted, pero que hará la diferencia en el otro.
Si muriera hoy, ¿qué tipo de elogio recibiría de sus amigos, familiares y personas que están a su alrededor? Piénselo y tome una actitud de amor.
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