Jefté era hijo de una prostituta y fue expulsado de su ciudad, Gilead, para que no tuviera familia allá. Después de algún tiempo, los amonitas entraron en guerra contra Israel, y no lograba vencerlos. Sin embargo, en ese momento salieron a buscar a Jefté para que dirigiera la batalla (Jueces 11:1-11).
Antes de ir a la guerra, Jefté hizo un voto al Señor diciendo que, si él volvía victorioso, daría en holocausto al primero que saliera de su casa a saludarlo después de la guerra (Jueces 11:30-31).
Él salió y venció la guerra. Al llegar a su casa salió a su encuentro su única hija, festejando su llegada. En aquel momento, Jefté se entristeció al recordar el voto que había hecho al Señor y tendría que cumplir.
Al contarle a su hija lo que había dicho y prometido delante del Señor, ella no se opuso, solo le pidió que llorara su virginidad durante 2 meses, antes de cumplir su voto en ella (Jueces 11:32-40).
Disposición de obedecer
La hija Jefté podría negarse a cumplir el voto de su padre e incluso pensar: “¿Qué tengo que ver yo con eso?” Pero no, se interesó con lo que era importante para su padre y se dio para que el voto fuera cumplido.
¿Usted se ha interesado con aquello que es vital para la persona que está a su lado o ha vivido pensado solamente en usted? ¿Ha sido egoísta incluso en el momento de agradar a Dios? ¿Se ha dado usted al otro?
Ella no solamente se dio sino que no estimó importante saber lo que su padre había decidido. Ella no preguntó: “¿Qué harás conmigo?” La hija de Jefté no condicionó la vida espiritual de su padre a ninguna cosa, simplemente obedeció, aunque eso significara perder su vida.
Dispóngase a ser usada para agradar a Dios. Piense también en la otra persona que está su lado y haga algo por ella, aunque eso vaya más allá de sus voluntades y deseos. Que agradar a Dios este por encima de cualquier situación.