Recientemente, el obispo Edir Macedo, en una reunión que se transmitió por videoconferencia para los obreros de todo Brasil, destacó la necesidad que tienen aquellos que recibieron el Espíritu Santo: la necesidad de ganar almas.
Y solamente los que lograron comprender el valor de su propia Salvación, saben el valor que un alma tiene para Dios. “Un alma que ganamos para el Señor Jesús vale más que una alabanza, que una adoración; ¡vale más que todo en este mundo!”, declaró el obispo Macedo.
Ese deseo de ganar a las personas para el Señor Jesús no es algo inherente al ser humano, sino que viene del propio Espíritu Santo. Sin embargo, muchos de los que se consideran “siervos”, en lugar de llevarles la Palabra de Vida a los que sufren, se preocupan solamente de sus propias necesidades y problemas.
Según el obispo, ese es el motivo por el cual sus vidas están estancadas, pues “solamente se preocupan con ellos mismos, aunque son salvos”.
El obispo advirtió, que, si la persona piensa que el Espíritu Santo está en su interior solo para pensar en ella misma y en sus propios intereses, está engañada.
¿Cuál es la misión del Espíritu Santo?
A pesar de que la persona que Lo reciba hable en lenguas extrañas, cure a los enfermos y libere a los cautivos, esos no son los motivos principales por los cuales el Espíritu Santo desciende sobre una persona.
El proprio Señor Jesús dijo, que al descender sobre nosotros el Espíritu Santo, seríamos Sus testigos. (Hechos 1:8).
El obispo explicó que Dios, al ser Espíritu, para poder manifestarse en este mundo y hacerse conocido, desciende sobre una persona (un cuerpo), que es una materia (sumisa a Él). Y esa materia, cuando escucha y obedece Su voz (la voz del Espíritu Santo), es guiada a toda Verdad. Es decir, así son todos los que se ponen a Su disposición como siervos del Altísimo.
Siervos de Dios
En Mateo 25:21-23 se describen las dos cualidades que definen la identidad del verdadero siervo: ser bueno y fiel.
La característica del siervo “bueno” se refiere al carácter. La Biblia describe a Dios como alguien bueno. Por consiguiente, al tener el carácter de Su Señor, el siervo también es “bueno”.
En el contexto bíblico, ser “bueno” es ser bondadoso, benigno, benevolente, generoso, compasivo, misericordioso, paciente, con dominio propio y buenos ojos.
“La persona ‘buena’ para Dios es la que reúne esos atributos”, afirmó el obispo.
El obispo destacó que no es suficiente ser bueno solamente, también es necesario ser fiel. Y la fidelidad se refiere a las acciones: ser fiel, leal, honesto, verdadero, sincero, justo, tener palabra, cumplir con su deber y sus obligaciones.
Solamente los siervos que poseen estas características multiplican los talentos que su Señor les dio. Al saber que un día, “tarde o temprano, tendremos que rendirle cuenta, por menor que sea. El que es bueno y fiel, entrará al gozo del Señor. Pero, el que escondió su talento, no”, finalizó el obispo Macedo.