“Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.”
(1° Corintios 9:26-27)
El apóstol Pablo obviamente no habla de “golpear al cuerpo” de una manera literal, sino para ejemplificar el sacrificio diario que hacía al negarse a sí mismo. Su principal preocupación era por su salvación. Esa era su meta. Y sabía que el sacrificio continuo era absolutamente indispensable para alcanzarla. Sacrificar haría que estuviera siempre enfocado y consciente de su objetivo.
Las religiones son grandes carreras sin meta. Grandes luchas de golpes al aire. Sueltan golpes de violín en el medio de la guerra. Usan la emoción en una guerra espiritual en donde es matar o morir. Se debe tener conciencia de la necesidad de sacrificar diariamente por su salvación. Sin sentimiento. Andando por la fe, en obediencia sin restricciones a la Palabra de Dios, bajo la disciplina del Altísimo.
Muchos hoy corren como a la aventura; corren por todo y por nada. Corren, sin siquiera saber si la dirección es la correcta, si alcanzarán algo. Sin meta en su trabajo, nunca desarrollará su trabajo. Sin meta en su vida personal, nunca se desarrollará como persona. Sin meta en su matrimonio, nunca desarrollará su relación. Sin meta en su vida espiritual, nunca desarrollará su salvación.
Quien no tiene un objetivo definido, tira golpes al aire. Quien corre como a la aventura inevitablemente se cansa de correr. Al cansarse, desiste. Al desistir, se descalifica para alcanzar la victoria.
Defina sus metas para cada una de las áreas de su vida. Defina lo que quiere vencer y lo que quiere alcanzar aún este año. Piense en lo que necesita hacer para alcanzar cada una de esas metas. Y, hoy mismo, dé el primer paso.
No corra como a la aventura. No luche sin un enfoque.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo